Unidos por el juego



Había una vez tres hermanos llamados Lucas, Martina y Juanito. Vivían en la ciudad y, aunque se querían mucho, peleaban constantemente. Sus padres estaban preocupados por esta situación y decidieron hacer algo al respecto.

Un día, sus padres los reunieron en el salón de la casa. Lucas, el mayor, estaba siempre buscando problemas con Martina, la del medio. Y Juanito, el más pequeño de todos, también solía meterse en las peleas.

- ¡Basta ya! -exclamó su mamá-. Estamos hartos de verlos pelear todo el tiempo. Es hora de que aprendan a llevarse mejor. Los tres hermanos se miraron entre sí y fruncieron el ceño.

No les gustaba que sus padres estuvieran molestos con ellos. - Pero mamá... -empezó a decir Lucas. - Nada de peros -interrumpió su papá-. A partir de ahora vamos a hacer un juego para que aprendan a respetarse y cuidarse mutuamente.

Los ojos de los tres hermanos se iluminaron ante la idea del juego. Les encantaba jugar juntos y esperaban que esto ayudara a mejorar su relación. Sus padres les explicaron las reglas: cada semana tendrían una misión especial para cumplir como equipo.

Si lograban completarla sin pelearse entre ellos, al final obtendrían un premio sorpresa. El primer desafío era preparar una fiesta sorpresa para su abuela Rosa, quien cumplía años esa semana. Debían organizar todo sin discutir ni gritarse entre sí.

Lucas propuso hacer las invitaciones mientras Martina sugería decorar la casa. Juanito se ofreció a hacer una torta para la ocasión. - ¡Bien! -exclamó su mamá-. Pero recuerden, deben trabajar en equipo y escucharse unos a otros.

Los hermanos asintieron con entusiasmo y comenzaron a planificar lo que harían. Lucas diseñó las invitaciones y Martina buscó globos, serpentinas y adornos para decorar la casa.

Juanito se puso el delantal y empezó a mezclar los ingredientes para hacer la torta de chocolate favorita de su abuela Rosa. Durante toda la semana trabajaron juntos sin pelearse ni discutir. Cada uno cumplía su tarea con alegría y cooperación.

Cuando llegó el día de la fiesta sorpresa, todo estaba listo: las invitaciones repartidas, la casa decorada y la torta lista para ser servida. Cuando abuela Rosa entró por la puerta, vio a sus tres nietos sonrientes esperándola con un enorme cartel que decía "Feliz cumpleaños".

Los ojos de todos brillaban de felicidad al verla tan emocionada. - ¡Mis queridos nietos! -exclamó abuela Rosa-. ¡Qué sorpresa tan maravillosa! Lucas, Martina y Juanito se miraron entre sí orgullosos de haber logrado completar su primera misión sin pelearse.

A partir de ese día, los hermanos continuaron trabajando juntos en cada desafío que les proponían sus padres. Aprendieron a escuchar las ideas del otro, respetarse mutuamente y cuidarse como verdaderos hermanos.

Después de varias semanas cumpliendo las misiones, sus padres les dieron el premio sorpresa que habían prometido: un viaje en familia a un parque de diversiones. Los tres hermanos saltaron de alegría y se abrazaron emocionados.

Desde ese día, Lucas, Martina y Juanito supieron que aunque pelearan a veces, siempre estarían ahí el uno para el otro. Aprendieron la importancia de trabajar en equipo y valorar lo especial que es tener hermanos con quienes compartir aventuras.

Y así, los tres hermanos vivieron muchas otras historias juntos, siempre cuidándose y amándose como una verdadera familia.

FIN.

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