Unidos por la amistad



Había una vez en una pequeña escuela de un barrio tranquilo, un niño llamado Juanito.

Juanito era un niño muy especial, no solo porque tenía una sonrisa que iluminaba a todos los que lo rodeaban, sino también porque necesitaba usar una silla de ruedas para moverse. Aunque Juanito era amable y siempre intentaba hacer amigos, los otros niños de la escuela no parecían comprender su situación. Lo miraban con curiosidad y algunos incluso se burlaban de él.

Esto hacía que Juanito se sintiera triste y muchas veces pensara que nadie quería ser su amigo. Un día soleado, mientras todos los niños jugaban en el patio del colegio, apareció Lucía.

Ella era una niña valiente y decidida, con cabello largo y rizado que caía sobre sus hombros. Lucía decidió acercarse a Juanito sin dudarlo. "¡Hola! ¿Quieres jugar conmigo?"- le preguntó Lucía con entusiasmo. Juanito levantó la cabeza sorprendido por el gesto amable de la niña.

"¡Claro! Me encantaría jugar contigo". Desde ese día, Lucía y Juanito se convirtieron en grandes amigos inseparables. Juntos compartían risas, juegos e historias emocionantes durante los recreos.

Lucía demostró al resto de los niños que ser diferente no significaba ser menos valioso o divertido. Poco a poco, otros niños comenzaron a notar cómo Lucía trataba a Juanito y aprendieron la importancia de ser solidarios.

Decidieron dejar atrás las burlas y empezaron a acercarse a él, dispuestos a conocerlo de verdad. Un día, la maestra del colegio decidió organizar un proyecto especial para fomentar la inclusión y la solidaridad entre todos los niños.

Cada uno debía pensar en una manera de ayudar a Juanito a sentirse más cómodo y aceptado en el colegio. Lucía tuvo una idea maravillosa. Decidió hablar con sus compañeros y les propuso construir rampas especiales para que Juanito pudiera moverse libremente por todo el colegio sin depender de nadie más.

Todos los niños se entusiasmaron con esta idea y comenzaron a trabajar juntos en su creación. Después de días de arduo trabajo, las rampas estuvieron listas.

Eran coloridas, seguras y permitían a Juanito desplazarse fácilmente por cada rincón del colegio. Cuando él las vio, no pudo contener las lágrimas de felicidad. "¡Muchas gracias! Ahora puedo recorrer el colegio como cualquier otro niño", dijo emocionado.

A partir de ese momento, el colegio se transformó en un lugar donde reinaran la amabilidad, el respeto y la solidaridad. Los niños aprendieron que ser diferentes es algo hermoso y que todos merecen amor y comprensión sin importar sus limitaciones físicas o emocionales.

Gracias al gesto amable e inspirador de Lucía, Juanito encontró esperanza en un mundo donde pensaba que no había lugar para él. Juntos demostraron que una pequeña acción puede generar grandes cambios cuando se trata de ayudar a alguien necesitado.

Y así fue como Juanito dejó atrás su tristeza y se convirtió en el niño más feliz de la escuela, rodeado de amigos que lo apoyaban y valoraban por ser quien era.

Todos aprendieron una valiosa lección: la importancia de la empatía y la solidaridad para construir un mundo mejor.

FIN.

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