Unidos por la diversidad


En lo profundo de la selva africana, vivían una vez una liebre muy veloz y un león imponente.

A pesar de ser tan diferentes en tamaño y fuerza, compartían una gran amistad que sorprendía a todos los animales del lugar. Un día, la liebre propuso al león participar en una carrera para ver quién era el más rápido. El león aceptó con entusiasmo y se prepararon para la competencia al día siguiente.

Al empezar la carrera, la liebre salió disparada como un rayo mientras que el león avanzaba con paso firme pero lento. La liebre estaba tan adelantada que decidió tomarse un descanso bajo un árbol para esperar al león.

Al llegar al lugar donde descansaba su amiga, el león se sorprendió y preguntó: - ¿Por qué te detuviste si estabas tan adelantada? La liebre respondió con una sonrisa:- Quería demostrarte que la velocidad no lo es todo en una carrera, mi amigo.

A veces es importante saber cuándo parar y esperar a los demás. El león reflexionó sobre las palabras de la liebre y juntos continuaron su camino por la selva. En ese momento, escucharon gritos de auxilio provenientes de un río cercano.

Sin dudarlo, corrieron hacia allí y encontraron a un elefante atrapado entre las ramas de un árbol caído. El león intentó liberar al elefante con toda su fuerza, pero fue inútil.

Entonces, la liebre propuso:- Yo puedo entrar entre las ramas y mordisquearlas para debilitarlas. ¡Trabajemos juntos! Así lo hicieron: el león empujaba desde afuera mientras la liebre mordisqueaba desde adentro. Finalmente lograron liberar al elefante, quien les agradeció emocionado.

Desde ese día, la amistad entre la liebre y el león se fortaleció aún más. Comprendieron que cada uno tenía habilidades únicas que podían complementarse para ayudarse mutuamente y hacer del mundo un lugar mejor.

Y así, juntos siguieron recorriendo la selva, enseñando a todos los animales que la verdadera grandeza no está en ser el más rápido o fuerte, sino en saber trabajar en equipo y valorar las diferencias de cada uno.

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