Unidos por siempre


Había una vez un niño llamado Marcelo, que vivía en una casita colorida junto a su hermana pequeña, Candela. Marcelo era un niño muy curioso y aventurero, siempre estaba buscando nuevas cosas para descubrir y aprender.

Un día, mientras jugaban en el jardín trasero de su casa, Marcelo se dio cuenta de que Candela había desaparecido. Buscó por todas partes, pero no la encontraba por ningún lado. Preocupado, decidió ir a preguntarle a Mamá dónde podía estar.

Marcelo corrió hacia la cocina donde Mamá estaba preparando la cena. "Mamá", dijo con voz temblorosa, "¡Candela ha desaparecido!". Mamá dejó lo que estaba haciendo y miró preocupada a Marcelo.

Juntos buscaron en cada rincón de la casa sin éxito. De repente, Papá llegó del trabajo y se enteró de lo que estaba pasando. "Tranquilos chicos", les dijo con calma. "Seguro que Candela está bien".

Papá tenía razón: siempre sabía cómo tranquilizarlos cuando algo iba mal. Decidieron dividirse para buscarla más rápido: Papá revisaría el garaje mientras Mamá revisaría el sótano. Marcelo decidió ir al parque cercano porque recordaba que Candela amaba jugar allí.

Cuando llegó al parque, vio algo brillante en uno de los columpios. ¡Era Candela! Estaba riendo y disfrutando del aire fresco mientras se balanceaba felizmente. "¡Candela!", exclamó Marcelo emocionado mientras corría hacia ella.

La abrazó con fuerza y le dijo: "¡Casi me asustas, hermanita! ¡Tenemos que tener más cuidado la próxima vez!". Candela se rió y respondió: "-Lo siento, Marcelo. Me escapé mientras mamá estaba ocupada en la cocina". Marcelo entendió que era su responsabilidad cuidar de Candela y mantenerla segura.

A partir de ese día, decidió ser el mejor hermano mayor que pudiera ser. Juntos volvieron a casa donde Mamá y Papá los esperaban con alivio. Todos se abrazaron emocionados por haber encontrado a Candela sana y salva.

A medida que pasaban los días, Marcelo aprendió a prestar más atención a Candela y a protegerla en todo momento. Juntos jugaban, reían y exploraban el mundo que los rodeaba.

Con el tiempo, Marcelo se dio cuenta de lo especial que era tener una hermana pequeña como Candela. Aprendió sobre paciencia, amor incondicional y cómo cuidar de alguien más.

Y así fue como Marcelo descubrió que ser un buen hermano mayor no solo significaba jugar juntos o contarle historias antes de dormir, sino también estar siempre atento para protegerla y asegurarse de que estuviera segura donde quiera que fueran. Desde entonces, Marcelo siempre estuvo allí para su querida hermana Candela.

Y juntos vivieron muchas aventuras maravillosas mientras crecían felices bajo el sol brillante del cielo azul.

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