Unidos por siempre


Había una vez un dueño que vivía en una pequeña casa en el campo. Tenía dos mascotas, un lobo llamado Lupito y un gato llamado Mimito. A pesar de ser muy diferentes, los tres eran grandes amigos.

Un día, mientras el dueño estaba trabajando en su jardín, notó que algunos animales del bosque estaban asustados. Se acercó a ellos y les preguntó qué sucedía.

"¡Hay un lobo feroz acechando por aquí!", dijo uno de los conejos temblando. El dueño se sorprendió y decidió investigar. Llamó a Lupito y le preguntó si sabía algo sobre ese lobo feroz. "No sé nada de eso", respondió Lupito con tristeza. "Solo quiero ser amable con todos".

El dueño le creyó a Lupito porque siempre había sido un lobo muy dulce y cariñoso. Pero aún así, decidió mantenerlo dentro de la casa para evitar problemas.

Mientras tanto, Mimito había estado observando desde la ventana todo lo que ocurría afuera. Sabiendo que no era peligroso como pensaban, decidió hacer algo al respecto. "Dueño, déjame salir", le pidió Mimito al dueño. "Creo que puedo ayudarte a resolver este problema".

El dueño dudaba al principio, pero confiaba en Mimito y finalmente accedió a dejarlo salir. Mimito se dirigió hacia el bosque decidido a encontrar al lobo feroz y demostrarles a todos que estaban equivocados sobre él. Después de caminar durante mucho tiempo, finalmente encontró al lobo.

"Hola, Lupito", dijo Mimito tranquilamente. "He venido a hablar contigo". Lupito se sorprendió al ver al gato y lo miró con curiosidad. "¿Qué haces aquí, Mimito? ¿No tienes miedo de mí?", preguntó Lupito confundido.

Mimito sonrió y le explicó todo lo que había sucedido: cómo los animales del bosque estaban asustados por un lobo feroz y cómo el dueño había decidido mantenerlo encerrado para evitar problemas. Lupito se sintió triste al escuchar eso, pero comprendió la preocupación del dueño.

Decidió ayudar a Mimito a demostrarles a todos que no era peligroso. Juntos, planearon una estrategia para mostrarle a los demás animales que Lupito era un lobo amable y cariñoso.

Decidieron organizar una fiesta en el bosque donde todos pudieran conocerlo mejor. El día de la fiesta llegó y todos los animales del bosque estaban allí. El dueño también se acercó para ver qué pasaría.

Mimito presentó a Lupito uno por uno a cada animal y les contó historias sobre sus aventuras juntos. Pronto, todos comenzaron a darse cuenta de que Lupito no era un lobo feroz en absoluto. Los conejos vieron cómo jugaba pacíficamente con las mariposas.

Los pájaros observaron cómo cuidaba de los cachorros abandonados en el bosque. Y así, uno tras otro, cada animal descubrió la verdadera naturaleza de Lupito. Al final de la fiesta, todos los animales se acercaron a Lupito y le pidieron disculpas por haberlo juzgado mal.

Y el dueño también se sintió aliviado al ver que su amigo no era peligroso. A partir de ese día, Lupito pudo salir libremente y jugar con los demás animales del bosque.

Todos aprendieron una valiosa lección sobre la importancia de no juzgar a alguien por su apariencia o prejuicios. Y así, el dueño, el lobo y el gato vivieron felices para siempre, demostrando que la amistad puede romper barreras y superar cualquier temor.

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