Uniendo fuerzas
Érase una vez en una pequeña escuela de un tranquilo barrio, donde todos los niños se llevaban muy bien. Karla, una niña dulce y amable, siempre trataba a sus compañeros con cariño y respeto.
Sin embargo, había un chico llamado Eduardo que parecía disfrutar molestando a Karla. Eduardo constantemente la interrumpía en clase, le quitaba sus útiles escolares y hacía comentarios desagradables sobre ella.
Karla intentaba ignorarlo y mantenerse amable, pero cada día era más difícil para ella soportar las burlas. Un día, durante el recreo, Eduardo decidió cruzar el límite. Le arrebató el sándwich a Karla y lo tiró al suelo mientras se reía cruelmente. Karla no pudo contenerse más y explotó de frustración.
-¡Basta ya! ¡No aguanto más tus maltratos! -gritó Karla enfadada-. ¡Ya es suficiente! Las palabras resonaron en el patio de la escuela. Todos los niños quedaron sorprendidos por la valentía de Karla al plantarse ante Eduardo.
Incluso la maestra que estaba cerca escuchó todo lo ocurrido. La maestra se acercó rápidamente a ellos para averiguar qué había pasado. -¿Qué sucedió aquí? -preguntó preocupada la maestra.
-Karla me ha estado molestando todo el tiempo -respondió Eduardo con voz temblorosa tratando de ocultar su culpa-. No sé por qué me trata así. Karla miró fijamente a Eduardo con determinación antes de hablar:-Eduardo me ha estado molestando desde el primer día de clases.
Me arrebata mis cosas, me insulta y me hace sentir mal. Ya no puedo soportarlo más. La maestra escuchó atentamente a ambos niños y decidió tomar medidas al respecto. -Eduardo, es inaceptable que te comportes así con tus compañeros -dijo la maestra seriamente-.
No importa cuál sea la razón detrás de tu comportamiento, debes aprender a respetar a los demás y tratarlos con amabilidad. Eduardo bajó la cabeza avergonzado, sabiendo que había cometido un error.
La maestra continuó:-Karla, lamento mucho que hayas tenido que pasar por esto. Te admiro por haber hablado y defenderte. Todos merecemos ser tratados con respeto.
A partir de ahora, estaré más atenta para asegurarme de que todos en esta clase se sientan seguros y protegidos. A medida que pasaron los días, Karla notó un cambio en Eduardo. Él ya no la molestaba ni le quitaba sus cosas.
De hecho, comenzaron a hablar y descubrieron intereses comunes como leer libros o jugar al fútbol. Karla aprendió algo muy valioso: nunca debemos permitir que nadie nos trate mal o nos haga sentir inferiores. Siempre debemos defender nuestros derechos y hablar cuando algo nos molesta.
Con el tiempo, Eduardo también aprendió una lección importante: el respeto hacia los demás es fundamental para construir relaciones positivas y duraderas. Así fue como Karla logró cambiar una situación difícil en su vida escolar al enfrentarse a su agresor e informar a su maestra.
Juntos, Karla y Eduardo demostraron que incluso en momentos difíciles, es posible encontrar una solución pacífica y construir lazos de amistad verdadera.
FIN.