Unión en la Escuela



Había una vez en una escuela muy especial, un niño llamado Lucas que siempre se portaba mal en el aula. No prestaba atención a la maestra, corría por todos lados y causaba desorden entre sus compañeros.

La pobre señorita Marta no sabía qué hacer para que Lucas se comportara como los demás niños. Un día, llegó un nuevo alumno a la clase.

Se llamaba Tomás y desde el primer momento demostró ser un chico muy inteligente y amable. A pesar de que todos los niños lo recibieron con cariño, Lucas decidió fastidiarlo desde el principio. "¡Ey, Tomás! ¿Por qué eres tan aburrido? ¡Deberías correr y jugar como yo!", le dijo Lucas burlándose de él.

Tomás simplemente sonrió y respondió: "Cada uno es diferente, Lucas. A mí me gusta aprender y respetar a mis compañeros". Estas palabras hicieron reflexionar a Lucas por primera vez en mucho tiempo.

Comenzó a observar a Tomás con curiosidad, viendo cómo disfrutaba de las clases y ayudaba a sus amigos cuando lo necesitaban. Un día, durante una actividad en grupo, la maestra pidió a los niños que trabajaran juntos para resolver un problema matemático complicado.

Lucas estaba frustrado porque no entendía nada y comenzó a sentirse mal consigo mismo. "No puedo hacerlo", murmuró desanimado. Tomás se acercó entonces con una sonrisa cálida y le dijo: "Tranquilo, Lucas. Te voy a ayudar. Juntos podemos lograrlo".

Los dos niños trabajaron en equipo, cada uno aportando sus habilidades únicas. Poco a poco, Lucas fue comprendiendo el problema gracias a la paciencia y claridad de Tomás.

Al final de la clase, la maestra felicitó al grupo por haber resuelto el desafío con éxito. Todos los niños estaban contentos, pero sobre todo Lucas, quien había descubierto que pedir ayuda no era signo de debilidad sino de valentía. Desde ese día, Lucas cambió su actitud en el aula.

Ya no corría ni causaba desorden; ahora prestaba atención en clase y trataba de seguir el ejemplo positivo de su nuevo amigo Tomás. La señorita Marta notó el cambio en Lucas y se sintió muy orgullosa de él.

Le dijo: "Nunca es tarde para mejorar tu comportamiento, querido Lucas. Todos tenemos la capacidad de cambiar si nos lo proponemos".

Y así, gracias a la amistad y comprensión de Tomás, Lucas aprendió una valiosa lección: ser diferente no está mal siempre y cuando se haga con respeto hacia los demás. Juntos demostraron que incluso las situaciones más difíciles pueden superarse cuando se trabaja en equipo con amor y solidaridad.

FIN.

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