Valentía en Villa Esperanza


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, dos niños muy diferentes entre sí. Simón era un niño tímido y asustadizo, todo le daba miedo y pena.

Le costaba participar en clase, dar su opinión e incluso jugar con los demás niños. Por otro lado, estaba Ana, una niña alegre, extrovertida y valiente que siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás.

Un día, durante el recreo en la escuela, Simón se encontraba solo en un rincón mirando cómo los demás niños jugaban felices. Ana notó la tristeza en los ojos de Simón y decidió acercarse a él para hacerle compañía.

-¡Hola Simón! ¿Por qué estás tan solito aquí? -preguntó Ana con una sonrisa cálida. -Soy... soy muy miedoso para jugar con los demás. Me da vergüenza no ser bueno como ellos -respondió Simón tímidamente.

Ana se sentó junto a él y le dijo: "No te preocupes, todos tenemos miedos en algún momento. Lo importante es intentarlo y divertirnos juntos". Con esas palabras de aliento, Ana invitó a Simón a unirse al juego de rayuela que estaban organizando los demás niños.

Simón sintió un nudo en la garganta pero decidió seguir a Ana. A medida que iban jugando, Simón comenzó a relajarse y disfrutar del momento. Poco a poco fue perdiendo el miedo a equivocarse y empezó a divertirse como nunca antes lo había hecho.

De repente, mientras jugaban, una fuerte ráfaga de viento hizo volar el sombrero de Ana hacia la calle donde pasaban autos veloces.

Sin pensarlo dos veces, Simón corrió detrás del sombrero para salvarlo justo antes de que fuera aplastado por un auto. -¡Gracias Simón! ¡Eres muy valiente! -exclamó Ana emocionada mientras abrazaba a su nuevo amigo. A partir de ese día, Simón se sintió más seguro de sí mismo gracias al apoyo y la amistad incondicional de Ana.

Juntos vivieron muchas aventuras emocionantes donde aprendieron que superar los miedos es posible cuando se tiene el apoyo de alguien especial.

Y así, entre risas y juegos, Simón descubrió que no hay nada imposible si se tiene valentía y amigos como Ana que iluminan el camino hacia nuevos horizontes llenos de esperanza y alegría.

Desde entonces, Simón ya no tenía tanto miedo ni pena; sabía que siempre podía contar con su amiga Ana para enfrentar cualquier desafío que se presentara en su vida. Y juntos demostraron que la verdadera fuerza reside en superar los obstáculos con amor y solidaridad.

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