Valentía entre patas


Había una vez en un tranquilo pueblo rodeado de bosques, donde vivían cazadores y sus familias.

En este lugar, todos los años se celebraba el Día de la Caza, donde los cazadores salían al bosque a cazar animales para alimentar a sus familias. Un año, dos hermanos llamados Nezuko y Tanjiro estaban emocionados por participar juntos en la cacería. Nezuko era una niña valiente y decidida, mientras que Tanjiro era un chico amable y astuto.

Juntos formaban un gran equipo. El día antes de la caza, Nezuko y Tanjiro se prepararon con entusiasmo. Empacaron provisiones, afilaron sus cuchillos y revisaron sus trampas. Estaban listos para demostrar su valentía ante los demás cazadores.

Al amanecer del Día de la Caza, Nezuko y Tanjiro se adentraron en el bosque junto con los demás cazadores. Mientras caminaban entre los árboles, escucharon el sonido de un animal llorando en la distancia.

Sin dudarlo, Nezuko corrió hacia el lugar de donde provenía el sonido. - ¡Tanjiro! ¡Rápido! ¡Hay un ciervo atrapado en una red! - gritó Nezuko. Tanjiro siguió a su hermana hasta encontrar al pobre ciervo atrapado entre las ramas de un árbol caído.

Sin pensarlo dos veces, Nezuko cortó la red con su cuchillo mientras Tanjiro calmaba al asustado animal. El ciervo liberado huyó rápidamente hacia el bosque, dejando a Nezuko y Tanjiro sintiéndose felices por haberlo ayudado.

Mientras seguían explorando el bosque, llegaron a un claro donde encontraron a una familia de conejos buscando comida desesperadamente. Los conejitos tenían hambre y parecían muy débiles. - Tenemos que ayudarlos, hermanita - dijo Tanjiro con determinación.

Nezuko asintió y juntos buscaron zanahorias silvestres para alimentar a los conejitos. Poco a poco, los conejos recuperaron fuerzas gracias a la generosidad de los hermanos.

Al final del día, cuando regresaban al pueblo junto con los demás cazadores que llevaban presas para sus familias, todos felicitaron a Nezuko y Tanjiro por su valentía y bondad demostradas durante la jornada.

Esa noche, mientras cenaban en casa junto a su familia, Nezuko y Tanjiro compartieron orgullosos cómo habían ayudado al ciervo atrapado y a la familia de conejos necesitada durante la cacería. Desde ese día en adelante, Nezuko y Tanjiro se convirtieron en ejemplo para todos en el pueblo no solo por ser buenos cazadores sino también por ser compasivos con todas las criaturas del bosque.

Y así fue como aprendieron que no siempre es necesario lastimar para sobrevivir; muchas veces basta con tender una mano amiga para hacer del mundo un lugar mejor.

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