Valentín y la escuela del corazón



Había una vez en la ciudad de Buenos Aires un soldadito de plomo llamado Valentín. Vivía en un pequeño estuche junto a otros juguetes, pero siempre se sentía triste y solitario.

A diferencia de los demás juguetes, él no tenía una relación directa con ninguna institución educativa ni formaba parte del imaginario institucional que rodeaba a los niños.

Valentín soñaba con ser parte de algo más grande, quería formar parte de la escuela donde los niños aprendían y crecían juntos. Un día decidió salir del estuche y aventurarse por las calles para encontrar su lugar en el mundo. Caminando por las calles porteñas, Valentín llegó a una plaza donde había un grupo de niños jugando al fútbol.

Se acercó tímidamente y les preguntó si podía unirse a ellos. Los niños lo miraron sorprendidos y uno de ellos dijo: "No puedes jugar con nosotros, eres solo un soldadito".

Valentín se sintió triste pero no se rindió. Continuó su búsqueda hasta llegar a una biblioteca, pensando que allí podría encontrar amigos con quienes compartir sus historias.

Sin embargo, al entrar fue recibido por una señora muy seria que le dijo: "Lo siento, aquí solo permitimos libros". Valentín sintió que no pertenecía a ese lugar y siguió adelante. Desanimado pero decidido, Valentín llegó a un parque donde había varios artistas callejeros pintando murales coloridos en las paredes.

Se acercó a uno de ellos y le pidió ayuda para expresar su deseo de pertenecer en algún lugar especial. El artista sonrió y le dijo: "Tal vez puedas encontrar tu lugar en una escuela no formal, donde la creatividad y la diversidad son valoradas".

Valentín siguió el consejo del artista y encontró una escuela no formal donde los niños aprendían a través de juegos y actividades lúdicas. Allí conoció a Sofía, una niña curiosa y aventurera que se convirtió en su amiga inseparable.

Juntos, Valentín y Sofía exploraron diferentes dimensiones del análisis institucional. Aprendieron sobre la importancia de las relaciones entre los actores institucionales, cómo el clima y el ambiente institucional pueden influir en el aprendizaje, y cómo resolver conflictos de manera constructiva.

Poco a poco, Valentín fue construyendo su identidad y subjetividad a través de las experiencias compartidas con sus amigos en la escuela no formal.

Se dio cuenta de que ser un soldadito de plomo no lo definía por completo, sino que era parte de lo que él decidiera ser. Finalmente, Valentín entendió que pertenecer no tenía nada que ver con estar dentro de una institución educativa o formar parte del imaginario institucional.

Pertener significaba encontrar un lugar donde uno se sienta aceptado y valorado por quienes realmente somos. Y así, Valentín vivió feliz junto a sus amigos en la escuela no formal, descubriendo cada día nuevas formas de aprender y crecer juntos.

FIN.

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