Valentina, la luz de Villa Esperanza



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, dos hermanos muy unidos llamados Sofía y Mateo. Eran inseparables, siempre jugaban juntos y se cuidaban mutuamente.

Un día, sus padres tuvieron que hacer un viaje a otro país para trabajar y ganar dinero para la familia. Los niños se sintieron tristes al ver partir a sus papás, pero sabían que era necesario.

Sin embargo, pronto comenzaron a sentir la ausencia de sus padres de una manera diferente. Sofía miró a su hermanito Mateo y le dijo:- ¡Mateo, siento que nos falta alguien más en casa! Extraño jugar con mamá y papá. Mateo asintió con tristeza y respondió: - Sí, Sofi.

¿Qué podemos hacer para no sentirnos solos? Los dos hermanos pensaron por un momento y luego se miraron con una chispa de emoción en los ojos.

- ¡Ya sé! Vamos a buscar a alguien con quien jugar y compartir nuestras aventuras mientras mamá y papá están lejos -exclamó Sofía emocionada. Así que los dos hermanitos decidieron emprender una gran aventura en busca de un nuevo amigo o amiga con quien compartir momentos divertidos.

Se pusieron sus abrigos, agarraron unas galletitas para el camino e iniciaron su búsqueda por el bosque cercano a su casa. Caminaron durante horas, explorando cada rincón del bosque y buscando señales de vida. De repente, escucharon risas provenientes detrás de unos arbustos.

Se acercaron sigilosamente y descubrieron a una niña traviesa jugando con mariposas. - ¡Hola! Soy Sofía y él es mi hermanito Mateo. ¿Quieres ser nuestra amiga? -preguntó Sofía con entusiasmo. La niña misteriosa los miró con curiosidad y luego sonrió ampliamente.

- ¡Claro que sí! Mi nombre es Valentina. Me encantaría ser su amiga -respondió la niña mientras extendía su mano en señal de amistad. Desde ese día, los tres niños se volvieron inseparables.

Jugaron juntos en el bosque, construyeron cabañas secretas y compartieron historias bajo las estrellas. Valentina les enseñó nuevas canciones y juegos, mientras que Sofía y Mateo le contaban cuentos sobre su familia y sus travesuras diarias.

Con el tiempo, la tristeza por la ausencia de sus padres se fue transformando en alegría gracias a la compañía de Valentina. Los tres amigos aprendieron el valor de la amistad verdadera, el apoyo mutuo y la importancia de estar ahí el uno para el otro en todo momento.

Finalmente, cuando los padres regresaron del extranjero, encontraron a sus hijos radiantes junto a su nueva amiga Valentina. Compartieron anécdotas sobre su viaje mientras los niños reían felices al recordar todas las aventuras vividas juntos.

Y así fue como Sofía, Mateo y Valentina demostraron que incluso en los momentos más difíciles, siempre hay espacio para la alegría si se tiene buenos amigos cerca.

FIN.

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