Valentina y el arte de lavar platos en equipo



Valentina estaba jugando tranquilamente en su habitación cuando escuchó a su mamá llamándola desde la cocina. "¡Valentina, ven aquí por favor!", gritó Karen. La niña se levantó de la cama y corrió hacia la cocina.

Allí encontró a su mamá con las manos llenas de espuma y una pila de platos sucios en el fregadero. "¿Qué pasa, mamá?", preguntó Valentina. "Necesito que me ayudes a lavar los platos", dijo Karen.

"Tengo mucho trabajo por hacer y no puedo hacerlo sola". Valentina frunció el ceño. No le gustaba lavar los platos, pero sabía que tenía que ayudar a su mamá. "Está bien", dijo finalmente. "Ayudaré".

Karen sonrió y le entregó un delantal para que se lo pusiera. Juntas empezaron a lavar los platos mientras charlaban sobre sus cosas favoritas: las películas que les gustaban, los libros que habían leído recientemente y las aventuras divertidas que habían tenido juntas.

De repente, Valentina se dio cuenta de algo extraño en uno de los platos sucios. "Mamá, ¿qué es esto?", preguntó señalando una mancha extraña en el fondo del plato. Karen lo examinó detenidamente antes de responder: "Creo que es moho". Valentina hizo una mueca asqueada.

El moho era lo peor para ella. "Pero no te preocupes", continuó Karen. "Podemos limpiarlo fácilmente con agua caliente y jabón".

Las dos trabajaron juntas para limpiar cada uno de los platos cuidadosamente, asegurándose de que todos estuvieran completamente limpios. Cuando terminaron, se secaron las manos y se miraron una a la otra. "Fue divertido lavar los platos contigo", dijo Valentina sonriendo. "Lo mismo digo", respondió Karen.

"Y recuerda: es importante ayudar en casa y hacer nuestra parte para mantener todo limpio y ordenado". Valentina asintió con la cabeza. Había aprendido una valiosa lección esa tarde: incluso las tareas más tediosas pueden ser divertidas si las hacemos juntos con amor y dedicación.

FIN.

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