Era una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, vivía una niña llamada Valentina.
Ella era conocida por su curiosidad infinita y su amor por el arte.
Siempre caminaba por el bosque cercano, recolectando ramas, hojas y piedras, que luego usaba para crear hermosas obras de arte.
Un día, mientras exploraba un rincón del bosque que nunca había visto, Valentina tropezó con un viejo libro cubierto de musgo.
-"¿Qué será esto?"- se preguntó.
Al limpiarlo, se dio cuenta de que era un libro de bosquejos, pero con un detalle muy especial: las imágenes parecían cobrar vida.
Con gran emoción, Valentina decidió probarlo.
Abrió el libro y, en la primera página, había un bosquejo de un pájaro colorido.
-"¡Qué hermoso!
Ojalá pudiera hacerlo volar"- suspiró.
De repente, el pájaro saltó del papel y comenzó a volar a su alrededor.
-"¡Increíble!"- gritó Valentina, maravillada.
Pero cuando el pájaro dejó el campo visual, Valentina notó que ya no regresaba al libro.
-"Oh no, ¡se me ha escapado!"- se preocupó.
Así que decidió seguirlo por el bosque.
Mientras corría, Valentina se encontró con otros animales que habían escapado de sus bosquejos.
-"¡Ayuda!"- gritó un conejo que había brotado del papel.
-"Me siento perdido, no encuentro mi camino de regreso.
"-
-"No te preocupes, yo te ayudaré"- le respondió Valentina con determinación.
Juntos comenzaron a buscar en el bosque, pero mientras lo hacían, más animales del libro se unieron a su búsqueda.
Cada uno con su propio problema:
Un zorrito se había enredado en una rama, un pato no sabía cómo volver a un charco que estaba dibujado en la página.
Valentina, inteligente y creativa, utilizó sus habilidades artísticas para ayudarlos.
-"Vamos a dibujar un camino que los guíe de regreso a casa"- sugirió Valentina, tomando un trozo de tiza del suelo y comenzando a esbozar.
-"¡Funciona!"- exclamó el conejo mientras seguía la línea.
A medida que cada animal recorría el camino, el bosque de Valentina cobraba más vida.
Las plantas parecían florecer más vibrantes y los colores se volvían más intensos.
Pero de repente, el cielo se oscureció y una misteriosa sombra cubrió el bosque.
Era un gran lobo que había salido de la página también.
-"¡Regresen a sus bosquejos!"- gruñó, haciendo temblar el suelo.
Los animales estaban asustados y Valentina sintió que el valor la abandonaba.
-"¡Por favor!"- gritó una pequeña ardilla.
-"No queremos volver.
Este lugar es mágico y especial.
"-
-"Sí, y juntos podríamos crear cosas maravillosas aquí"- agregó Valentina, nostálgica por la conexión con sus nuevos amigos.
Ante esto, el lobo sólo sonrió, mostrando sus dientes.
-"No puedes detenerme, soy el guardián de los bosquejos.
Un bosquejo no puede existir sin su creador, deben volver!"-
Valentina pensó rápido: -"¡Espera!
Tal vez haya una manera de hacer que todos se queden.
¿Cómo puede un bosquejo cumplir su propósito sin experimentar el mundo real?"-
El lobo, sorprendido por sus palabras, se detuvo.
-"¿Qué quieres decir?"-
-"Dibujo una historia donde todos podamos vivir.
Cada uno tiene un lugar en este bosque, y el verdadero arte es compartirlo"- respondió Valentina, con valentía.
Al escucharla, todos los animales comenzaron a animar: -"¡Sí, queremos quedarnos!"-
El lobo, sintiéndose conmovido, dejó de gruñir.
-"Tal vez tengas razón, Valentina.
Tal vez sea tiempo de un nuevo cuento.
Pero deberán cuidarse unos a otros y nunca olvidar que los bosquejos son solo una parte de su esencia"-.
Valentina asintió y se puso a trabajar en el libro.
Creó un nuevo bosquejo donde cada animal tenía un rol importante.
Cuando terminó, el lobo lo miró con aprecio.
-"Ahora veo.
Aquí hay vida, amistad y creatividad.
Estás lista para ser parte del gran bosque de los sueños"-.
Y así, el lobo se fue, prometiendo proteger el bosque mientras Valentina y los animales se quedaban para crear su propio mundo mágico.
Desde aquel día, Valentina supo que el arte tiene el poder de unir a los seres vivos y que cada uno de ellos, sin importar su forma, puede aportar algo especial al mundo.
Por eso, cada vez que alguien le preguntaba de dónde salían sus ideas, sonreía y decía:
-"¡Del bosque y de mis amigos!"-