Valentina y el despertar de la magia
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, una niña llamada Valentina que no creía en la magia.
A diferencia de sus amigos y vecinos, Valentina pensaba que todo se podía explicar con la lógica y la razón. Un día, mientras paseaba por el bosque cercano a su casa, Valentina se encontró con una hada diminuta llamada Estrellita. La hada brillaba con una luz mágica y tenía unas alas tan delicadas como pétalos de rosa.
Valentina frunció el ceño al verla y le dijo con escepticismo:- ¿Qué haces aquí? Las hadas no existen, son solo personajes de cuentos para niños. Estrellita sonrió con ternura y le respondió:- Soy real, querida Valentina.
Y he venido a mostrarte que la magia está en todas partes, solo tienes que abrir tu corazón para verla. Valentina rodó los ojos pero decidió seguir a Estrellita por el bosque.
La hada la llevó a un claro donde había flores de todos los colores imaginables y mariposas revoloteando alrededor. Entonces, Estrellita levantó su varita mágica y las flores comenzaron a bailar al compás de una melodía encantadora.
Valentina abrió los ojos como platos y exclamó asombrada:- ¡Es increíble! Nunca había visto algo así. Estrellita le guiñó un ojo y le dijo:- La magia está dentro de ti también, solo necesitas creer en ella. Ahora te toca a ti descubrir tu propio poder mágico.
A partir de ese día, Valentina empezó a notar pequeños destellos de magia en su vida cotidiana.
Descubrió que podía hacer reír a sus amigos cuando estaban tristes, curar las heridas de los animales del bosque con solo tocarlos con cariño y crear hermosas pinturas que cobraban vida ante sus ojos. Poco a poco, Valentina fue perdiendo su escepticismo y abrazando la magia que habitaba en su interior.
Se convirtió en la niña más feliz del pueblo e inspiraba a todos los que la rodeaban con su bondad y creatividad. Un día, durante un festival en Villa Esperanza, Estrellita regresó para ver cómo había cambiado Valentina. La niña corrió hacia ella emocionada y le abrazó con fuerza.
- Gracias por enseñarme a creer en la magia -le dijo entre lágrimas de felicidad-. Ahora sé que el verdadero poder está en nuestro corazón.
Estrellita sonrió orgullosa y juntas contemplaron los fuegos artificiales iluminando el cielo nocturno como símbolo del brillo interior que ahora brillaba en el corazón de Valentina: la niña que aprendió a creer en la magia.
FIN.