VALENTINA y el Gran Apagón
Era un día soleado en la casa de VALENTINA. VALENTINA y su hermano IGNACIO estaban jugando en el jardín, mientras mamá y papá preparaban la cena. Todo estaba perfecto y lleno de risas.
- ¡Mirá, Valentina! -gritó Ignacio, mientras lanzaba una pelota hacia el aire-
- ¡Atrápala! -contestó VALENTINA riendo.
Sin embargo, de repente, todo quedó en silencio. La luz del sol se apagó por un segundo y, en un parpadeo, todo se oscureció. VALENTINA miró a su alrededor, confundida.
- ¿Qué pasó? -preguntó VALENTINA.
- ¡Ay, no! -exclamó Ignacio, soltando la pelota-
Los dos niños se miraron. Momento después, escucharon voces de sus papás que venían de la casa.
- Ay, no. Se fue la electricidad.
VALENTINA pensó que eso no podía pasar. Nunca había pasado antes. Llamaron a sus papás y fueron a la cocina.
- ¿Estamos todos bien? -preguntó mamá con una linterna en la mano.
- ¿Qué hacemos ahora? -preguntó VALENTINA, sintiendo un cosquilleo de preocupación.
Papá sonrió mientras se agachaba para estar a nivel de los niños.
- ¡Es un buen momento para ser creativos! ¿Qué tal si hacemos algo divertido sin electricidad? -propuso.
VALENTINA y IGNACIO intercambiaron miradas curiosas.
- ¡Sí! -gritó Ignacio emocionado. -Podemos contar historias.
- Pero en la oscuridad no se ve nada -dijo VALENTINA mirando a su alrededor.
Papá tuvo una idea brillante.
- ¡Vamos a hacer una fogata! -dijo alzando la voz.
Así que todos juntos, salieron al patio y encendieron una fogata con la ayuda de mamá. El fuego crepitó y se encendió, iluminando el jardín con una luz cálida y acogedora.
- Ahora, cuenten la historia más loca que se les ocurra -invitó mamá.
Primeramente, VALENTINA contó una aventura de piratas que encontraron un tesoro escondido.
- ¡Y el mapa estaba escrito en una hoja de lechuga! -dijo, y todos rieron.
Luego, fue el turno de Ignacio, quien decidió hablar sobre un superhéroe que podía volar y que también cocinaba las mejores empanadas de la ciudad.
- ¡Pero sólo lo hacía mientras volaba! -añadió con una sonrisa.
La noche avanzaba y las historias se volvían cada vez más creativas. En un momento, VALENTINA se armó de valor y dijo:
- ¿Y si hacemos nuestras propias historias en vez de contar? -sugirió.
- ¡Eso es genial! -apoyó Ignacio.
Así comenzaron a inventar un cuento juntos. Se turnaban para agregar un detalle o un nuevo personaje, creando una historia única sobre una pequeña hada que quería aprender a tocar la guitarra para encantar a los árboles del bosque.
- El hada se llamaba Lila -dijo Valentina- y tenía una amiga que era un búho muy sabio.
- ¡Y el búho la ayudó a encontrar un maestro en una ardilla muy simpática! -completó Ignacio.
Ambos se sumergieron tanto en su historia que pasaron horas riendo y creando juntos.
Finalmente, cuando la electricidad regresó y las luces encendieron la casa de nuevo, VALENTINA y IGNACIO estaban emocionados.
- ¡Lo hicimos sin electricidad! -dijo Valentina, sonriendo.
- Sí, y fue un montón de diversión. -agregó Ignacio.
Sus papás sonrieron, dándose cuenta que, a veces, las situaciones inesperadas traen nuevas oportunidades de divertirse y explorar la creatividad.
- Recuerden, chicos, que lo importante no es lo que tenemos, sino con quién lo compartimos -dijo mamá mientras los abrazaba.
Los niños aprendieron que una aventura puede surgir de cualquier situación, incluso de un gran apagón.
Desde aquel día, VALENTINA e IGNACIO siempre buscaban formas creativas de pasar el tiempo juntos, ya sea debajo de una manta contando historias o creando nuevas aventuras en el jardín, sin importar si había luz o no.
FIN.