Valentina y el Gran Salto



En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y ríos cristalinos, vivía una niña llamada Valentina. Valentina era una niña curiosa, pero había algo que la detenía: tenía miedo de intentar cosas nuevas. Desde trepar árboles hasta nadar en el río, cada aventura parecía un gran desafío que no podía afrontar.

Un día, su maestra, la señora Clara, anunció una excursión al parque de aventuras de la ciudad. Había telarañas, puentes colgantes, y, lo más aterrador de todo, una tirolesa por encima del lago.

- “¿Quién está emocionado por la excursión? ” - preguntó la señora Clara con una gran sonrisa.

- “¡Yo! ” - gritaron todos, excepto Valentina, que se encogió en su asiento.

Cuando Valentina llegó a casa, se sentó en su cama pensando en lo mucho que deseaba ser como sus amigos, pero el miedo la paralizaba. Así que decidió ir a buscar a su abuela Marta, una mujer sabia que había vivido mil aventuras.

- “Abuela, tengo miedo de ir al parque de aventuras” - le confesó Valentina.

- “Querida Valentina, al miedo no hay que dejarle el control. ¿Por qué no te cuentas una historia sobre el coraje? ” - le sugirió su abuela.

Valentina pensó que esa era una buena idea, así que su abuela empezó a contarle la historia de un pequeño pájaro llamado Pipo. Pipo también tenía miedo de volar, pero un día, en una tormenta, tuvo que hacerlo para salvar a su amigo.

- “Cuando se enfrenta a su miedo, Pipo descubre que no está solo, y que sus alas son más grandes de lo que pensaba” - concluyó su abuela.

Inspirada por la historia, Valentina se armó de valor y decidió que iría al parque de aventuras. El día llegó y, aunque estaba nerviosa, sintió una pequeña chispa de emoción encendiéndose en su interior.

Al llegar al parque, todos los niños corrían y reían. Valentina observó la enorme tirolesa, y su corazón empezó a latir con fuerza.

- “¿Estás lista, Valentina? ” - la llamó su amiga Lila.

- “No sé... es muy alto” - respondió Valentina, sintiéndose insegura.

Pero en ese momento recordó las palabras de su abuela.

- “Si Pipo pudo volar, yo también puedo intentar” - pensó para sí misma.

Valentina fue avanzando lentamente hacia la tirolesa, sintiendo que cada paso era un triunfo. Una vez que llegó, el monitor le dijo que se colocara el arnés.

- “¡Súper! ¿Listos para un emocionante viaje? ” - exclamó el monitor.

- “Listo o no, aquí voy” - murmuró Valentina.

Con cada segundo que pasaba, su corazón latía más fuerte, pero en lugar de darse la vuelta, siguió adelante. Finalmente, llegó su turno, se ató el arnés y subió al punto más alto.

- “Ahora solo tienes que lanzarte. ¡Es divertido! ” - le dijo el monitor.

- “No puedo…” - soltó Valentina. Después, miró hacia el lago y vio a sus amigos sonrientes.

- “Yo soy Valentina, y puedo hacerlo” - se dijo.

Con un gran grito de valor, Valentina se lanzó. El viento sopló en su rostro y, aunque al principio tuvo miedo, al final explotó en una risa que resonó en todo el parque. ¡Lo había hecho!

- “¡Lo logré! ” - gritó al aterrizar.

- “¡Eres increíble! ” - la aplaudieron Lila y sus amigos.

Tras el emocionante viaje, Valentina se sintió más fuerte. Esta vez se atrevería a probar el puente colgante, y luego, incluso escaló la pared de escalada. Valentina se dio cuenta de que cada paso que daba era una nueva aventura y que el miedo podía ser un compañero, pero no un enemigo.

Regresó a casa emocionada y tras contarle a su abuela lo que había hecho, con una gran sonrisa le dijo.

- “Abuela, ¡me lancé en la tirolesa! ¡Y ahora tengo muchas ganas de seguir aventurándome! ”

- “Estoy orgullosa de ti, Valentina. A partir de hoy, cada vez que te enfrentes a un miedo, recuerda que tienes dentro tuyo el valor de Pipo” - finalizó su abuela.

Desde ese día, Valentina comprendió que los miedos son un puente hacia el crecimiento y que la aventura siempre está a la vuelta de la esquina, solo hay que dar el primer paso con confianza.

Y así, Valentina se convirtió en la niña más aventurera del pueblo, enseñando a sus amigos lo valioso que es enfrentar los miedos juntos, siempre del lado de aquellos que se quieren. Y siempre recordando la lección de su abuela y Pipo el pájaro.

FIN.

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