Valentina y el secreto de Simba


Había una vez una niña llamada Valentina que estaba muy emocionada porque iba a ir al zoológico por primera vez.

Desde temprano, no paraba de hablar de todos los animales que esperaba ver y cómo les diría —"hola"  a cada uno. Al llegar, sus ojos se iluminaron al ver a los leones rugiendo y a los monos saltando de rama en rama.

Pero lo que más llamó su atención fue un cartel que decía: "¡Nueva atracción! ¡Habla con los animales!". Valentina, curiosa como era, corrió hacia esa área del zoológico. Allí se encontró con un loro muy colorido que parecía querer decirle algo.

Sin pensarlo dos veces, la niña se acercó y dijo:- Hola, ¿cómo te llamas? El loro respondió en perfecto español: "¡Hola! Soy Lolo, el loro parlanchín".

Valentina dio un paso hacia atrás sorprendida y preguntó: -¿Puedes hablar realmente? Lolo asintió con la cabeza y comenzaron a conversar sobre la vida en el zoológico y las aventuras que había tenido. De repente, escucharon un rugido fuerte proveniente de la jaula del león. - Parece que Simba está enojado hoy -comentó Lolo-. Deberíamos ir a ver qué le pasa.

Valentina siguió al loro hasta la jaula del león. Simba estaba inquieto caminando de un lado a otro. - ¿Qué te pasa, Simba? -preguntó Valentina con preocupación.

El león se detuvo y miró a la niña: "Estoy aburrido de estar encerrado todo el día. Quisiera poder correr libre por las praderas como solía hacerlo". Valentina sintió empatía por Simba y decidió ayudarlo. Buscó al cuidador del zoológico y le contó sobre el deseo del león de volver a sentirse libre.

El cuidador tomó en cuenta sus palabras y empezaron a trabajar en un nuevo hábitat más grande para Simba donde pudiera moverse con libertad. Días después, Valentina regresó al zoológico para visitar a sus amigos animales.

Cuando llegó frente a la nueva jaula de Simba, el león salió corriendo hacia ella y dio vueltas juguetonas alrededor suyo. - ¡Gracias por ayudarme! ¡Ahora puedo ser feliz otra vez gracias a ti! -rugió Simba emocionado.

La niña sonrió feliz al verlo tan contento e hizo una promesa: siempre escucharía lo que los animales tuvieran para decirle para poder ayudarlos siempre que fuera posible.

Desde ese día, Valentina se convirtió en la mejor amiga de todos los animales del zoológico gracias a su habilidad especial para hablar con ellos. Y juntos vivieron muchas aventuras aprendiendo unos de otros sobre el valor de la libertad, la amistad y el respeto por todas las criaturas del mundo animal.

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