Valentina y la Aventura de la Comida
Había una vez en el corazón de un bosque encantado, una osita llamada Valentina. No solo era bella, con su suave pelaje blanco y ojos brillantes, sino que también tenía un gran apetito. Valentina era conocida por todos los animales del bosque como la osita más glotona de todos. Siempre estaba buscando algo delicioso para comer.
Un día, mientras paseaba por el bosque, se encontró con su amigo el conejo, Ramón. Ramón estaba recolectando zanahorias frescas.
"Hola, Valentina! ¿Qué hacés por acá?" - preguntó Ramón, con una sonrisa.
"¡Hola, Ramón! Estoy en búsqueda de algo riquísimo para comer. ¿Te queda alguna zanahoria?" - respondió Valentina, con los ojos brillando de codicia.
Ramón, que era muy amable, le ofreció algunas. Pero Valentina, en lugar de tomar solo un par, se comió todas las zanahorias rápidamente. Cuando Ramón se quedó sin zanahorias, se sintió un poco triste.
"Eso no fue muy lindo, Valentina. ¡Era para que compartiéramos!" - le dijo Ramón, con un tono decepcionado.
Valentina, sintiéndose culpable, acarició sus patas.
"Lo siento, Ramón. Prometo que la próxima vez compartiré más."
Sin embargo, Valentina no podía evitar la tentación de buscar más comida. Más tarde, decidió tener una fiesta y preparó una enorme mesa con todos sus platos favoritos: miel, frutas jugosas y galletas de avena.
Invitó a todos los animales del bosque, incluido Ramón. Cuando llegó el día de la fiesta, Valentina estaba tan emocionada que no podía esperar a probar todo. Pero, al servir los platos, se dio cuenta de que había preparado demasiada comida.
Poco a poco, los animales comenzaron a llegar.
"¡Qué rica huele la miel!" - exclamó la ardilla, Lina.
Valentina sonrió, pero mientras escucha a sus amigos, decidió comer primero antes de compartir.
"¡Esta miel es la mejor!" - dijo, mientras se servía un tarro entero.
Los animales, al ver que Valentina se comía casi todo, se comenzaron a mirar entre sí.
"¿Dónde está mi tarta de frutas?" - preguntó el pato, Guillermo.
"¿Por qué no hay más galletas?" - se quejó la tortuga, Sofía.
En ese momento, Valentina sintió en su pancita un pequeño dolor. Había comido tanto que ya no podía moverse bien.
"Sigo con hambre, pero..." - su voz se apagó.
Poco a poco, Valentina se dio cuenta de que, si bien había preparado una maravillosa fiesta, estaba olvidando el propósito de compartir y disfrutar con sus amigos. Agradecida, se levantó y dijo:
"Chicos, tengo una idea. Algunos de ustedes no pudieron probar la comida. Vamos a repartir!" - propuso con entusiasmo.
Ramón, que estaba en una esquina, sonrió.
"¡Eso suena genial, Valentina! Compartir siempre hace todo más divertido."
Y así fue como Valentina comenzó a repartir la comida entre sus amigos. Todos disfrutaron de la miel, las frutas y las galletas. Cada uno tomó lo que quería y Valentina, aunque había comido mucho, se sintió mucho mejor al ver a sus amigos felices.
Al final de la fiesta, todos estaban tan contentos y Valentina, todavía un poco llena, se dio cuenta de algo importante.
"¿Saben? Lo mejor de tener una buena comida es compartirla con amigos. Puedo comer un montón, pero si no comparto, nadie disfruta conmigo." - reflexionó Valentina, mientras miraba a su alrededor.
Desde ese día, Valentina aprendió a ser una osita más generosa y a disfrutar de cada comida al lado de sus amigos, porque, al final, la mejor receta de la felicidad es esa: compartir.
Y así, Valentina se convirtió en la osita más querida del bosque, no solo por su belleza, sino también por su enorme corazón.
Fin.
FIN.