Valentina y la risa interminable



Había una vez en un pueblo muy alegre y colorido, una niña llamada Valentina que no podía dejar de reír. Desde que abría los ojos por la mañana hasta que se dormía por la noche, Valentina reía sin parar. Su risa era contagiosa, y pronto todos en el pueblo se contagiaron de su alegría.

- ¡Jajaja, qué divertido todo! -reía Valentina mientras jugaba con sus amigos.

- Valentina, ¿por qué siempre estás tan alegre? -le preguntaban los mayores del pueblo.

- No lo sé, pero simplemente no puedo dejar de reír -respondía Valentina con una gran sonrisa en su rostro.

A pesar de la alegría que contagiaba, Valentina también enfrentaba momentos difíciles. Algunos de sus compañeros de escuela se burlaban de ella por reír tanto, y a veces se sentía triste por no poder controlar su risa. Un día, decidió buscar ayuda y fue a hablar con la sabia anciana del pueblo.

- Dime, querida Valentina, ¿por qué estás tan preocupada? -preguntó la anciana con voz calmada.

- No puedo dejar de reír, y a veces me siento mal por eso. No sé qué hacer -respondió Valentina con la mirada baja.

- La risa es un regalo maravilloso, no debes sentirte mal por ella. Pero entiendo que a veces puede ser difícil. Escucha, tengo algo que podría ayudarte -dijo la anciana mientras buscaba algo en su altillo.

La anciana le entregó a Valentina un pequeño frasco de cristal con un líquido brillante en su interior.

- Esto es agua de la risa controlada. Con solo beber unas gotas todas las mañanas, podrás aprender a controlar tu risa y reír en los momentos adecuados -explicó la anciana.

Valentina siguió el consejo de la anciana y comenzó a tomar el agua de la risa controlada. Pronto, aprendió a controlar su risa y a encontrar el equilibrio entre la alegría desbordante y la seriedad necesaria en ciertos momentos.

Con el tiempo, Valentina se convirtió en un ejemplo para todos en el pueblo. Su risa seguía siendo contagiosa, pero ahora sabía controlarla cuando era necesario. Además, ayudaba a otros niños que enfrentaban situaciones difíciles a encontrar la alegría en sus vidas.

- Valentina, siempre nos has enseñado que la alegría y la risa son maravillosas, pero también has demostrado que es importante encontrar el equilibrio en todo -le dijo la anciana sonriendo.

- Sí, aprendí que nuestra risa es un regalo, y debemos aprender a cuidarlo para que nunca se pierda -respondió Valentina con una gran sonrisa.

Desde entonces, Valentina siguió siendo la niña más alegre y risueña del pueblo, pero ahora también era sabia y equilibrada en sus emociones.

FIN.

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