Valentina y su piel de colores
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, una niña llamada Valentina. Valentina era alegre, curiosa y siempre estaba rodeada de amigos.
Sin embargo, Valentina tenía algo diferente a los demás: psoriasis, una condición de la piel que a veces le causaba molestias y picazón. Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, Valentina escuchó a unos niños burlándose de su piel.
- ¡Miren a esa niña con manchas! ¡Debe tener alguna enfermedad contagiosa! - se reían los niños. Valentina se sintió triste y avergonzada por los comentarios de los otros chicos. Corrió a casa llorando y le contó a su mamá lo sucedido.
- Mamá, ¿por qué soy diferente? ¿Por qué tengo estas manchas en mi piel? - preguntó Valentina con voz temblorosa. La mamá de Valentina la abrazó con ternura y le explicó que la psoriasis no definía quién era ella como persona.
Le dijo que era especial tal como era y que las verdaderas amistades valorarían su bondad y alegría más allá de su apariencia física. Decidida a ayudar a su hija, la mamá de Valentina organizó una charla en la escuela sobre la psoriasis.
Explicó en qué consistía la condición y cómo no era contagiosa ni peligrosa para los demás. Los compañeros de clase de Valentina escucharon atentamente y aprendieron a ser más comprensivos y respetuosos hacia ella.
Con el tiempo, Valentina se dio cuenta de que sus verdaderos amigos eran aquellos que la aceptaban tal como era. Juntos seguían jugando, riendo y creando recuerdos inolvidables. Ya no importaban las miradas curiosas o los comentarios insensibles de otros niños.
Un día, durante un paseo por el bosque cercano al pueblo, Valentina encontró una planta muy especial: el girasol plateado. Esta flor única crecía entre las rocas ásperas del camino, brillando con fuerza a pesar de las adversidades.
- Mira mamá, es como yo - exclamó emocionada Valentina. La mamá sonrió orgullosa e hizo notar:- Sí querida, así como este girasol plateado irradia belleza aún entre las dificultades, tú también brillas con luz propia sin importar lo que enfrentes.
Desde ese día, Valentina adoptó al girasol plateado como símbolo de fortaleza e inspiración personal. Cada vez que sentía dudas o inseguridades por su psoriasis recordaba al girasol plateado y recuperaba su confianza interior.
Así fue como Valentina comprendió que ser diferente no significaba ser menos valioso; al contrario, lo hacía único e inigualable ante los ojos del mundo.
Y aunque tuviera desafíos por delante debido a su condición cutánea, Valentina sabía ahora que podía superar cualquier obstáculo con amor propio, apoyo familiar y verdadera amistad. Y colorín colorado, este cuento ha terminadocon la historia encantadade una niña valientellamada... ¡Valentina!
FIN.