Valentino y la Tortuga Salvadora
Valentino se despertó temprano esa mañana con mucha energía y una gran sonrisa en su rostro. Se levantó de la cama, se lavó los dientes y fue a desayunar.
Su mamá le preparó un vaso de leche fresquita con chocolate y unas tostadas con mermelada. - ¡Qué rico! -dijo Valentino mientras bebía la leche con chocolate.
Después de desayunar, Valentino decidió ir a jugar a la casita del árbol que había construido junto a su papá en el jardín trasero. Subió por las ramas del árbol hasta llegar al pequeño refugio que habían construido entre las hojas. - ¡Hola casita del árbol! -saludó Valentino-. Hoy quiero jugar contigo todo el día.
La casita del árbol no respondió, pero Valentino sabía que estaba feliz de tenerlo allí. Pasaron horas jugando juntos, imaginando aventuras y explorando nuevos mundos.
Cuando empezaba a oscurecer, Valentino bajó del árbol y corrió hacia la casa para buscar a Tita, su perra blanca con manchitas negras. La encontró durmiendo bajo el sol en el patio trasero y la llamó:- ¡Tita! ¡Ven aquí! Tita se despertó sobresaltada pero al ver a Valentino empezó a mover la cola emocionada.
Jugaron juntos durante un rato, lanzándose una pelota de goma y corriendo por todo el jardín. De repente, Tita vio algo interesante en el fondo del jardín y salió corriendo hacia allí sin pensarlo dos veces.
Valentino la siguió y se encontraron con una pequeña tortuga que había salido de su caparazón. - ¡Mira Tita! -exclamó Valentino-. Una tortuguita. Debemos cuidarla y protegerla.
Valentino tomó a la tortuga en sus manos y caminaron juntos hacia la casa para buscar un lugar seguro donde dejarla. Encontraron un pequeño estanque cerca del árbol donde habían construido la casita, así que decidieron dejar a la tortuga allí para que pudiera vivir feliz.
- Creo que esta es su nueva casa -dijo Valentino mientras dejaba a la tortuga en el agua-. La llamaremos Tortu. Tita movió la cola emocionada, feliz de tener un nuevo amigo en el jardín. Valentino sonrió, sabiendo que había hecho algo bueno por alguien más ese día.
Desde entonces, todos los días después de jugar con Tita, Valentino visitaba a Tortu para asegurarse de que estaba bien y darle un poco de comida fresca.
Sabía que era importante cuidar del medio ambiente y ayudar a los animales necesitados. Valentino aprendió muchas cosas ese día: cómo cuidar a los animales, cómo proteger el medio ambiente y cómo ser amable con aquellos que lo rodeaban.
Y todo gracias a una taza de leche fresquita con chocolate y una aventura inesperada en el jardín trasero.
FIN.