Valeria y el Mapa de la Aventura



Valeria era una niña de diez años que vivía en una gran ciudad llena de rascacielos, autos y un montón de gente. A pesar de que era un lugar interesante, Valeria no se sentía cómoda. Cada vez que salía a la calle, se sentía muy pequeña y asustada entre tantos ruidos y movimiento. Un día, decidió que quería ir al parque que estaba cerca de su casa, pero cuando salió, todo lo que escuchaba eran los bocinazos de los autos y las voces gritando por todas partes.

"¿Y si me pierdo?" - se preguntaba Valeria, sintiendo cómo su corazón latía rápido. "¿Y si un auto me lleva puesto?" - pensaba, mientras miraba a su alrededor. Todo le parecía enorme e intimidante.

De repente, vio a su vecina, la señora Pía, que estaba regando sus plantas en el balcón de su departamento. Valeria decidió acercarse.

"¡Hola, Valeria!" - saludó la señora Pía con una sonrisa cálida. "¿Por qué esa carita asustada?"

"Quiero ir al parque, señora Pía, pero no sé si tengo que cruzar la calle. Todo es tan grande y ruidoso."

La señora Pía se quedó pensando un momento y luego dijo: "A mí también me asustaba la ciudad cuando era chica. Pero, ¿sabés qué? Hay una forma divertida de hacerlo. ¡Vamos a dibujar un mapa!"

Valeria se quedó curiosa. "¿Un mapa? ¿Para qué?"

"Para que sepas exactamente dónde vas y cómo llegar. Así podrías disfrutar la aventura en lugar de asustarte. ¡Vamos, busquemos un papel!"

Ambas se pusieron a dibujar un mapa que mostraba el camino hacia el parque, rompiendo la ciudad en pequeños tramos. "Ves, podés ir hasta la esquina, luego girar a la derecha y por último seguir hasta el parque. ¡Así te vas sintiendo en control!"

Con el mapa en mano, Valeria respiró hondo. "Pero, ¿qué pasa si algo sucede en el camino?"

"¡Eso es parte de la aventura! Si algo pasa, podrías usar tu creatividad para encontrar soluciones. Apenas llegues al parque, ¡verás que todo vale la pena!"

Con el mapa y valentía, Valeria salió de su casa. Esta vez, miró la ciudad con otros ojos. "Ahí está la esquina... ¡ya la crucé!" - decía emocionada. Cuando llegó al cruce, un hombre mayor con un sombrero le sonrió. "Vas bien, señorita. Solo sigue ese camino y listo!"

Valeria se sintió confiada, como si su mapa la guiara no solo físicamente, sino también en su corazón. A medida que avanzaba, escuchaba a los vendedores gritando: "¡Maíz! , ¡frutas frescas!" Era un bullicio que antes la asustaba, pero ahora le pareció como una música.

Cuando llegó al parque, el aire fresco la envolvió como un abrazo. "¡Lo logré!" - gritó con alegría. Había pasado por un camino lleno de sorpresas y cada paso había sido una enseñanza. Allí había juegos, risas de otros niños, y, sobre todo, un espacio abierto donde podía correr y ser libre.

Mientras jugaba, Valeria recordó el mapa. "¡Gracias, señora Pía!" - susurró sonriendo, reconociendo que la ciudad no era tan aterradora después de todo. Había aprendido a moverse entre la multitud y encontrar su camino. No solo eso, sino que también descubrió que podía enfrentar sus miedos. Con cada día que pasaba, Valeria dejaba de ser una niña asustada para convertirse en una exploradora de su propia ciudad.

Al regresar a casa, Valeria sorprendió a la señora Pía con un dibujo del parque. "¡Mirá todo lo que vi!" - exclamó emocionada. "Te prometo que mañana volveré con más aventuras. ¡La ciudad no da miedo!"

Y así, Valeria empezó a explorar su mundo, una pequeña aventura a la vez, recordando siempre que la valentía a veces solo necesita un pequeño mapa y un corazón lleno de curiosidad.

FIN.

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