Varinia, la Vaca Avaricia y el Viaje Veloz
En un pequeño pueblo rodeado de verdes campos y soleadas praderas, vivía una vaca muy particular llamada Varinia. Varinia no era una vaca común, ya que le encantaba acumular cosas. Desde flores lindas que encontraba en el campo, hasta piedras de colores y cacharros que otros animales despreciaban. Era conocida por su avaricia, pero también por su ingenio.
Un día, mientras Varinia contemplaba su colección de tesoros, vio a sus amigos, los patos, preparándose para un viaje al estanque mágico, un lugar donde el agua brillaba como estrellas y todas las criaturas del campo podían jugar y refrescarse.
"¡Varinia, ven con nosotros!", dijeron los patos felices.
"Gracias, pero estoy muy ocupada acumulando mis cosas", respondió Varinia, sonriendo mientras miraba sus pertenencias.
Sin embargo, cuando los patos se fueron, un fuerte viento empezó a soplar. Varinia se preocupó por sus tesoros.
"Si no me apuro, podría perderlo todo", pensó.
Decidió que era hora de ir al estanque mágico y llevó consigo todo lo que había juntado. Era una mala idea, pero Varinia no quería dejar nada atrás.
Mientras caminaban, se cruzaron con una tortuga llamada Tula.
"Hola Varinia, ¿adónde vas con todo eso?", preguntó Tula con curiosidad.
"Voy al estanque mágico. Llevo mis tesoros, ¡no quiero perderme nada!", respondió Varinia orgullosa.
Tula se rió un poco y dijo:
"¿Sabías que el estanque mágico es un lugar especial donde lo que realmente importa no son las cosas, sino compartir momentos con amigos?".
"Pero tengo que llevar mis cosas, son preciosas", insistió Varinia.
Finalmente, Varinia siguió su camino y, a medida que avanzaba, el peso de su carga la hacía más lenta. Así que, con su corazón acelerado, decidió dejar algunos de sus tesoros en un claro del bosque.
"No quiero perderlos, pero tampoco puedo seguir así", pensó.
Al llegar al estanque, se dio cuenta de que lo había imaginado mucho más lindo. Los patos chapoteaban, los conejos reían y la energía del lugar era contagiosa.
"¡Varinia, ven a jugar!", llamaron los patos al verla.
Pero Varinia no podía disfrutar como ellos. Estaba agotada y había dejado atrás algunos de sus tesoros en el camino.
"¿Por qué no puedes jugar como nosotros?", le preguntaron los conejos.
"Porque tengo que cuidar mis cosas", respondió triste, al recordar lo que había dejado atrás.
En ese momento, una luciérnaga tomó la palabra:
"Varinia, ¿no sería mejor disfrutar del momento en lugar de preocuparte por lo material?".
Varinia miró a su alrededor y se dio cuenta de que sus amigos se divertían sin llevar nada más que alegría y risas.
"Quizás esté cometiendo un error", respondió Varinia con sinceridad.
"¿Y si jugamos un rato? Puedo dejar mis tesoros a un lado. Siento que me estoy perdiendo algo grande".
Entonces, Varinia se dejó llevar por la magia del estanque. Saltó, nadó y rió junto a sus amigos. Todo se sentía tan bien que pronto olvidó por completo sus preocupaciones.
Al finalizar el día, Varinia se sintió feliz y completa. Tanto que, al volver a su casa, decidió regresar al claro para recoger sus tesoros. Sin embargo, se dio cuenta que, al regresar, ya no las extrañaba.
"Quizás algunos de mis tesoros no sean tan importantes como pensaba", reflexionó.
Desde ese día, Varinia comenzó a valorar más el tiempo con sus amigos que las cosas materiales. Cada vez que salía a jugar, dejaba sus tesoros y les contaba a los demás sobre la magia del estanque.
"Varinia, ¡qué bien que ahora disfrutas del momento!", dijieron los patitos de nuevo.
"¡Sí! Ya no necesito acumular cosas, ¡la verdadera riqueza es compartir tiempo juntos!".
Y así, Varinia la Vaca Avaricia aprendió la lección más importante de su vida: a veces, menos es más, y lo mejor de la vida se encuentra en los momentos vividos, en lugar de en las cosas acumuladas. Y también se byronojente en el arte de compartir claramente.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.