Vecinas en Fortaleza



Había una vez una mujer llamada Ana que vivía en un pequeño pueblo. Un día, Ana se despertó sintiéndose muy mal. Tenía fiebre alta, dolor de cabeza y todos los síntomas de una gripe fuerte.

Ana vivía sola y no tenía familia cerca que pudiera ayudarla. Se sentía muy triste y desanimada, porque sabía que no podría cuidarse a sí misma mientras estuviera enferma. Justo cuando pensaba que no había esperanza para ella, apareció su vecina Marta.

Marta era una mujer mayor pero siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás. "¡Hola Ana! He oído que estás enferma. ¿Necesitas algo?"- preguntó amablemente Marta.

Ana le explicó lo mal que se sentía y cómo no podía hacer las tareas diarias debido a su enfermedad. Marta sonrió y dijo: "No te preocupes, estaré aquí para cuidarte hasta que te recuperes por completo". Y así comenzó la maravillosa aventura entre Ana y Marta.

Marta cocinaba deliciosas sopas calientes para Ana, le daba medicinas y la animaba a descansar mucho para recuperarse rápido.

Pero un día, mientras Marta estaba ocupada preparando el almuerzo, recibió una llamada urgente de su hija diciendo que necesitaba ayuda con su nieto enfermo. Marta miró preocupada hacia donde estaba Ana en cama y luego respondió: "Claro hijita, iré tan pronto como pueda".

Cuando llegó el momento de partir hacia la casa de su hija, Marta se acercó lentamente a la habitación de Ana y le dijo: "Lo siento mucho, querida. Mi hija necesita mi ayuda con su nieto enfermo. ¿Podrás cuidarte sola por un rato?".

Ana se sintió triste pero comprendió que Marta tenía una responsabilidad importante con su familia. Asintió con la cabeza y agradeció a Marta por todo lo que había hecho hasta ahora. "No te preocupes, Marta. Descansa tranquila, estaré bien"- le aseguró Ana.

Marta se fue apresurada y Ana quedó nuevamente sola en casa. Pero en lugar de sentirse desanimada como antes, recordó las palabras de Marta: "estaré aquí para cuidarte hasta que te recuperes por completo". Entonces, Ana decidió cuidarse ella misma.

Se levantó de la cama lentamente y comenzó a preparar una sopa caliente siguiendo la receta que Marta le había enseñado. A medida que pasaban los días, Ana aprendía a cuidarse cada vez mejor.

Se tomaba sus medicinas puntualmente, descansaba lo suficiente y comía alimentos saludables para fortalecer su cuerpo. Un día soleado, cuando ya estaba casi recuperada completamente, Marta regresó a casa de Ana para ver cómo estaba. "¡Marta! ¡Estoy tan feliz de verte!"- exclamó emocionada Ana al abrir la puerta.

Marta observó sorprendida cómo Ana había logrado cuidarse sola durante su ausencia y sonrió orgullosamente. "Sabía que podrías hacerlo", dijo Marta mientras abrazaba cariñosamente a Ana. "Eres más fuerte de lo que crees".

Y desde ese día, tanto Ana como Marta se convirtieron en grandes amigas. Juntas, aprendieron que a veces, cuando no hay nadie más para ayudarte, debes confiar en ti mismo y descubrir la fuerza que tienes dentro.

Y así, Ana aprendió una valiosa lección: nunca subestimes tu capacidad de cuidarte y superar los desafíos que se te presenten.

FIN.

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