Venciendo Desafíos Unidos



Había una vez un niño llamado Mateo y una niña llamada Valentina, ambos vivían en un pequeño pueblo. Mateo era un niño muy alegre y curioso, pero tenía autismo, lo que dificultaba su comunicación con los demás.

Por otro lado, Valentina era una niña amable y comprensiva. Un día, en la escuela, el maestro anunció que habría una feria de ciencias y todos los niños debían formar equipos para participar.

Mateo estaba emocionado por la idea de hacer experimentos científicos, pero no sabía cómo encontrar un equipo. Valentina se dio cuenta de esto y decidió ayudarlo.

Valentina se acercó a Mateo y le dijo: "¡Hola! ¿Quieres ser mi compañero para la feria de ciencias? ¡Podemos hacer experimentos juntos!". Mateo sonrió tímidamente y asintió con entusiasmo. Los dos comenzaron a reunir materiales e investigar sobre diferentes temas científicos.

Aunque Mateo tenía dificultades para expresarse verbalmente, podía entender las instrucciones escritas y seguir las indicaciones de Valentina. Juntos construyeron un volcán que entraba en erupción utilizando bicarbonato de sodio y vinagre. El día de la feria finalmente llegó. Había muchos proyectos interesantes expuestos por otros equipos de estudiantes.

Los padres y profesores recorrían los stands admirando cada experimento. Cuando llegó el turno del equipo formado por Mateo y Valentina, tuvieron algunos problemas técnicos al principio porque el micrófono no funcionaba correctamente.

Pero Valentina rápidamente improvisó señales con las manos para que Mateo entendiera lo que debía decir. Juntos lograron explicar su experimento y demostrar cómo el volcán entraba en erupción. El público quedó impresionado con la presentación de Mateo y Valentina.

Los niños se dieron cuenta de que, aunque Mateo tenía dificultades para comunicarse verbalmente, eso no significaba que no tuviera ideas interesantes o talentos especiales. Después de la feria, Mateo y Valentina se convirtieron en los mejores amigos. Pasaban mucho tiempo juntos aprendiendo y explorando cosas nuevas.

Valentina siempre encontraba formas creativas para comunicarse con Mateo, ya sea a través de señales con las manos o dibujos. La historia de Mateo y Valentina inspiró a otros niños del pueblo a ser más comprensivos e inclusivos.

Aprendieron que todos somos diferentes y únicos, pero eso no nos impide hacer grandes cosas cuando trabajamos juntos. Mateo también comenzó a sentirse más seguro de sí mismo gracias al apoyo constante de Valentina.

Poco a poco, fue mejorando su capacidad para comunicarse verbalmente, aunque todavía utilizaba señales con las manos cuando era necesario.

Y así, gracias a la amistad entre un niño con autismo y una niña comprensiva, el pueblo entero aprendió sobre la importancia de aceptar las diferencias y trabajar juntos para superar cualquier obstáculo en el camino hacia nuestros sueños.

FIN.

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