Venus y el Gran Dibujo



Había una vez, en un colorido pueblo llamado Arcoiris, una chica muy curiosa llamada Venus. Desde pequeña, a Venus le había fascinado el arte de dibujar. Pasaba horas eternas en su habitación, rodeada de papeles y lápices de colores, creando mundos mágicos que solo ella podía imaginar.

Un día, mientras Venus estaba dibujando un hermoso atardecer, se dio cuenta de que algo la inquietaba. En su hoja de papel, no podía plasmar la hermosura del cielo. "Quisiera saber cómo es un atardecer de verdad"-, pensó.

Decidió que tenía que averiguarlo y salió de su casa con su cuaderno de dibujos y una caja de lápices. Con su espíritu aventurero, comenzó a explorar su pueblo. Primero, fue al parque, donde se encontró con su amiga Sofía.

"¡Sofía! ¿Te gustaría acompañarme a ver el atardecer?"-

"¡Claro, Venus! ¿Qué idea tenés?"- respondió Sofía, emocionada.

Las dos amigas caminaron juntas hasta un lugar alto en el pueblo, la colina del Mirador. Al llegar, Venus se sentó en la hierba y sacó su cuaderno. Cuando comenzó a dibujar, el sol estaba comenzando a bajar en el horizonte y los colores eran cada vez más vivos.

"Mirá, Sofía, ¡el cielo se pinta de rosa y naranja!"- exclamó Venus, maravillada. Pero, al intentar dibujar, algo extraño ocurrió. Todos los colores que había visto se esfumaron. "No puedo dibujarlo como es, ¡es imposible!"-

Sofía se acercó y le dijo:

"¡No te rindas, Venus! Tal vez deberías probar a mezclar los colores en tu dibujo. Debes usar tu imaginación y experimentar. ¡El cielo es un lienzo lleno de sorpresas!"-

Venus sonrió. "Tenés razón, Sofía. Voy a intentar mezclar el rosa del cielo con el naranja del sol"-. Así que empezó a experimentar con su caja de lápices. Coloreó, mezcló y jugó con los tonos. Cuando terminó, se dio cuenta de que cada vez su dibujo se parecía más a lo que veía.

"¡Lo logré!"- gritó feliz.

De repente, un pequeño pajarito se posó a su lado. "¡Pío pío! ¿Qué haces aquí?"- preguntó Venus.

"Vengo a ver lo que dibujas. ¿Por qué no dibujas algo que puedas mostrar a más pajaritos?"- le contestó el pajarito, emocionado.

"¡Es una gran idea!"- exclamó Venus.

El pajarito le recordó que la curiosidad no solo consistía en ver, sino también en compartir lo que uno ama. Entonces, Venus decidió que al día siguiente iba a organizar una exhibición de sus dibujos en el parque.

Con la ayuda de Sofía, invitaron a todos los pajaritos del pueblo, y la noticia corrió como la pólvora. Cada uno trajo su mejor dibujo para compartir. Venus, ahora más que entusiasmada, pasó toda la noche preparando su obra maestra del atardecer.

Cuando llegó el gran día, el parque se llenó de risas y colores. Todos los pajaritos se sorprendieron al ver los cuadros de Venus y sus amigos.

"¡Mirá esos colores!"- dijo uno, mientras otro pajarito añadió:

"¡Esto es lo más hermoso que he visto!"-

Venus sonrió, pero un pajarito atrevido le preguntó:

"¿Por qué no hay un cuadro de un amanecer?"-

Venus se quedó pensando. "Tienes razón. Un amanecer también es especial. Mañana voy a buscar otra colina para ver cómo despierta el día"- dijo decidida.

Así fue como Venus, con su curiosidad y su amor por el arte, decidió que no solo iba a retratar atardeceres, sino también amaneceres, lluvias, nubes y todos los hermosos colores que encontraba en su entorno.

El pajarito la miró de nuevo y le dijo: "La curiosidad es eso, Venus. Nunca termina. Siempre hay más para descubrir y dibujar. ¡No pares nunca de preguntarte!"-

Venus entendió que la aventura del arte era infinita y que su curiosidad la llevaba a descubrir la belleza a su alrededor. Desde ese día, su árbol de dibujo fue creciendo lleno de atardeceres, amaneceres, flores y animales de mil colores.

Y así, en el pequeño pueblo de Arcoiris, Venus se convirtió en una gran artista, compartiéndo su mundo de curiosidad y creatividad con todos.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.

FIN.

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