Viaje a las Estrellas
Era un día soleado en el barrio de María y Jacinta, dos amigas inseparables que compartían un enorme amor por la curiosidad y la aventura. Mientras jugaban en el parque, María miró al cielo y dijo:
"Jacinta, ¿te imaginas cómo será el espacio? ¡Debe ser increíble!"
"Sí, ¡como un mar lleno de estrellas!" respondió Jacinta emocionada.
Ambas soñaban con ser astronautas y explorar el universo. Esa tarde, decidieron hacer un plan mágico: construir su propia nave espacial.
Reunieron cajas de cartón, cinta, y un montón de colores. Bajo el árbol más grande del parque, comenzaron a trabajar:
"Este será nuestro comando, y estas luces son para el control de navegación" dijo María, mientras pegaba un par de linternas en su nave.
Cuando terminaron, su nave no solo tenía un aspecto impresionante, sino que también era un refugio seguro para sus sueños. Luego de un rato, Jacinta dijo:
"Ahora, necesitamos un mapa estelar. ¿Cómo lo hacemos?"
"Podemos dibujar uno. Pero primero, hagamos una lista de los planetas a los que queremos visitar" propuso María.
Las niñas se emocionaron al pensar en Marte con su color rojo y Saturno con sus anillos brillantes.
Durante los días siguientes, María y Jacinta se dedicaron a recoger información sobre el espacio, leyendo libros, buscando datos en internet, y hasta preguntándole a los mayores. Una tarde, conocieron a un viejo vecino, el Señor Gómez, quien había sido científico:
"¿Pueden hacer eso?" les preguntó con una sonrisa.
"¡Sí! Vamos a viajar al espacio!" le respondió Jacinta con mucha convicción.
"Me parece maravilloso, pero recuerden que el espacio es distinto a la Tierra. Tienen que prepararse bien" dijo el Señor Gómez.
María y Jacinta prometieron que no solo serían valientes, sino también responsables. Con la ayuda del Señor Gómez, hicieron una lista con los elementos esenciales para su viaje, desde mapas solares hasta bocadillos saludables. Además, utilizaron materiales reciclables para reducir su impacto en el medio ambiente.
Finalmente, llegó el día del lanzamiento. Con sus mochilas llenas de diversión y conocimiento, se subieron a su nave de cartón y se pusieron sus cascos de papel de aluminio.
"¡Contemos hasta diez y despeguemos!" gritó María.
"1, 2, 3…¡10! ¡Despegamos!" respondió Jacinta mientras movía las manos como si hicieran volar su nave.
Cerraron los ojos mientras imaginaban que el viento soplaba y que estaban volando alto, muy alto.
Allí, ya en su viaje imaginario, pronto se encontraron en un planeta desconocido lleno de criaturas simpáticas.
"¡Mira! Hay un marciano!" dijo María con sorpresa.
"Hola, pequeñas viajeras. Bienvenidas a Marte. ¿De dónde vienen?" preguntó el marciano.
"¡De la Tierra!" respondieron las chicas.
Pasaron toda la tarde jugando y aprendiendo sobre el planeta rojo. El marciano les enseñó a jugar un juego nuevo y les contó sobre sus aventuras en el espacio. Tropezaron con un torbellino de arena y se encontraron con otros niños marcianos que querían jugar.
Después de un rato de pura diversión, Jacinta recordó:
"Debemos seguir nuestro viaje, hay tantos lugares por conocer!"
"¡Sí! Vamos a visitar los anillos de Saturno!" exclamó María.
Y así, mientras reían y salían corriendo hacia el siguiente destino, no se dieron cuenta de que el tiempo volaba. Cuando finalmente decidieron regresar a casa, el marciano les dio un pequeño regalo: un brillante trozo de meteorito como recuerdo de su aventura.
De vuelta en su parque, María y Jacinta abrieron los ojos, todavía sintiendo la emoción de su viaje.
"¿Crees que podemos volver a visitar a nuestro amigo el marciano?" preguntó María.
"Seguro, siempre que tengamos la imaginación para hacerlo" dijo Jacinta, y ambas comenzaron a reír.
Desde ese día, cada vez que miraban las estrellas, sabían que el universo estaba lleno de magia y posibilidades. Nunca dejaron de soñar y de aprender, convirtiendo cada día en una nueva aventura, no solo por el espacio, sino también en su hermosa Tierra.
Así concluyó su primer viaje, pero sabían que había mucho más por venir. ¡El cielo no era el límite, era solo el comienzo!
FIN.