Viaje a las Estrellas
Era una noche estrellada cuando Tomás, un niño de 8 años, se quedó dormido soñando con aventuras en el espacio. En su sueño, decidió que quería conocer todos los planetas del sistema solar, y lo haría en compañía de su hermana Aina, de 2 años, y su fiel perro, Ciro.
Al despertarse, Tomás estaba lleno de energía y una idea brillante.
"¡Aina! ¡Ciro! ¡Hoy vamos a viajar por el espacio!" exclamó, saltando de la cama.
Aina, aún medio dormida, sonrió y levantó su pequeño peluche de astronauta. Ciro movía su cola, listo para la aventura. Tomás corrió al garaje y encontró una vieja caja de cartón.
"Vamos a convertir esta caja en nuestra nave espacial", dijo mientras dibujaba estrellas y planetas en los costados de la caja. Aina aplaudía feliz y Ciro ladraba emocionado.
Cuando terminaron, la caja parecía un auténtico cohete. Tomás habló con voz firme:
"¡A la cuenta de tres, despegamos! Uno... dos... ¡tres!" Y con un gran salto, todos se subieron a la caja.
Imaginando que ya estaban volando, Tomás comenzó a contar todos los planetas del sistema solar.
"A ver, el primero es Mercurio, el más cercano al sol. Es pequeño y caliente. ¿Aina, lo ves?"
Aina sonrió, mirando hacia el cielo.
"Sí, ¡brillito!" dijo con sus pocas palabras. Ciro ladró, como si entendiera todo.
Tomás continuó,
"Ahora, vamos a Venus, que es como un horno lleno de nubes. ¡Cuidado con el calor!" En su imaginación, pasaron por nubes de colores.
Justo cuando estaban disfrutando del vuelo, un viento fuerte hizo temblar la caja.
"¡Oh no! , ¡qué es eso!", gritó Tomás. Pero al mirar afuera, se dio cuenta de que era solo un pájaro que volaba veloz.
"Parece que el espacio tiene sorpresas. ¡Sigamos!" dijo mientras avanza a Marte.
Al llegar a Marte, Tomás bajó de la nave.
"¡Mirá Aina! ¡Es rojo! Este planeta tiene montañas y polvo!" Tomás apagó su imaginación para dejar que Aina explore con su peluche.
Más allá de Marte, llegaron a Júpiter, el gigante gaseoso.
"¡Es tan enorme! ¡Cairo, ven!" Tomás llamó mientras giraban alrededor del planeta. El perro saltaba alegre en la caja.
Sin embargo, cuando llegaron a Saturno y sus anillos brillantes, la caja se movió aún más.
"¿Qué pasará ahora?", se preguntó Tomás. La caja, parecía que saltaba de un lado a otro, hasta que
"¡Están rogando a los anillos para entrar en acción!" bromeó Tomás.
Disfrutaron de Saturno, pero mientras miraban sus anillos, un sonido extraño llenó el aire.
"¡RUIDO EN EL ESPACIO!" gritó Tomás. Pero no era un peligro, solo el sonido de Aina que estaba tratando de imitar el sonido del espacio.
"¡VAMOS, BRILLITOS!" dijo Aina. Ella siempre encontraba la manera de ponerle alegría a todo.
Cuando finalmente decidieron regresar a casa, Tomás se sintió feliz y satisfecho de haber vivido tantas maravillas.
"¿Te gustó nuestro viaje, Aina?", preguntó.
"Sí, sí, ¡mucho!" se rió ella. Ciro ladró de felicidad.
Al llegar al jardín, Tomás se dio cuenta que todo había sido un maravilloso sueño, pero los recuerdos se sentían tan reales.
"Nunca olvidaremos esta aventura, Aina. Siempre hay un nuevo mundo esperando por ser explorado. Y con Ciro a nuestro lado, podemos viajar a donde queramos" dijo Tomás abrazando a su hermana y acariciando a su perro que siempre lo acompañaba.
Y así, aunque habían regresado a la Tierra, Tomás sabía que cada noche podía soñar con nuevas aventuras espaciales, porque la verdadera magia estaba en la imaginación y en la compañía de los que más amaba.
FIN.