Viaje hacia la Esperanza
Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, tres niños llamados Martina, Juan y Sofía. Ellos vivían en condiciones muy difíciles, ya que sus padres habían tenido que migrar a otro país en busca de trabajo.
Los tres amigos se sentían tristes y solos, pero siempre mantenían la esperanza de reunirse con sus familias algún día. Una noche, mientras caminaban por las vías del tren buscando algo que comer, escucharon un ruido a lo lejos.
Era el tren de carga que pasaba por el pueblo rumbo al norte. Sin pensarlo dos veces, los tres decidieron subirse al tren con la esperanza de encontrar una vida mejor al final del viaje.
El tren avanzaba velozmente por la oscuridad de la noche, sacudiendo a los valientes amigos en cada curva y túnel.
Martina miraba hacia adelante con determinación, Juan sujetaba fuertemente la mano de Sofía para protegerla y ella cerraba los ojos con miedo pero sin soltar su mano. Después de varias horas de viaje, el tren se detuvo abruptamente en medio del campo.
Los niños bajaron temerosos del vagón y se encontraron con un grupo de personas desconocidas que también habían migrado en busca de una nueva oportunidad. "¿Dónde estamos?", preguntó Martina con voz temblorosa. "Estamos en un nuevo lugar lleno de posibilidades", respondió una mujer mayor con bondad. "Pero no conocemos a nadie aquí", dijo Juan preocupado.
"No importa", dijo la mujer mayor sonriendo. "Aquí todos somos como una gran familia dispuesta a ayudarnos unos a otros". Los días pasaron y los niños comenzaron a adaptarse a su nueva vida.
Martina descubrió su talento para contar historias y empezó a animar las noches frías alrededor del fuego. Juan mostró ser muy hábil construyendo cosas con sus manos y ayudaba en las tareas del hogar junto a los demás migrantes.
Sofía sorprendió a todos con su dulce voz cantando canciones que traían alegría al corazón de todos. Con el tiempo, los tres amigos encontraron esa familia tan anhelada entre aquellas personas generosas que les brindaron refugio y amor incondicional.
Aprendieron juntos que la verdadera fuerza está en la unión y solidaridad entre aquellos que comparten sueños e ilusiones.
Y así, Martina, Juan y Sofía comprendieron que el verdadero hogar es donde hay amor y apoyo mutuo; donde cada uno puede brillar con luz propia sin olvidar nunca sus raíces ni el camino recorrido para llegar hasta allí. Y colorín colorado... ¡este cuento migrante ha terminado!
FIN.