Victoria y el poder de la amistad



En un pequeño pueblo llamado Arcoíris, donde los árboles florecían en mil colores y las sonrisas eran contagiosas, vivía una niña llamada Victoria. Victoria no era una niña común; su nombre ya lo decía todo. Era una guerrera amigable, siempre dispuesta a ayudar y hacer nuevos amigos. Un día, mientras exploraba el bosque encantado, se encontró con un extraño ser.

"¡Hola! Soy Juan Luis, el dragón de los sueños. ¿Puedes ayudarme?" dijo el dragón, luciendo un poco triste.

"¿Ayudarte? ¿Cómo?" preguntó Victoria, intrigada.

"He perdido mis alas de colores y sin ellas no puedo volar. Sin volar, no puedo traer los sueños a los niños del pueblo".

Victoria, siempre dispuesta a ayudar, respondió:

"No te preocupes, yo te ayudaré a encontrar tus alas, sólo dime por dónde empezar".

Juan Luis le indicó que las alas se habían volado hacia la cueva de los miedos. "Es un lugar oscuro y tenebroso", añadió, "pero si te acompañas de amigos, podrás enfrentarlo".

Victoria, emocionada por la aventura, decidió buscar a sus amigos: Pablo, el valiente, y Sofía, la inteligente. "¡Chicos! Necesito su ayuda para encontrar las alas de Juan Luis".

"¡Vamos!" exclamó Pablo, sin dudarlo. "No le temamos a la cueva". Sofía, que siempre tenía un plan, dijo:

"Podemos llevar linternas y un mapa que dibujamos juntos".

Los tres amigos comenzaron su travesía hacia la cueva. Mientras caminaban, encontraron varios obstáculos: un río caudaloso y una densa niebla. Victoria miró a sus amigos y les dijo:

"Si unimos fuerzas, podemos superar cualquier desafío".

"¡Sí!" gritaron al unísono. Juntos, construyeron un puente con ramas y piedras para cruzar el río, y cuando se toparon con la niebla, Sofía utilizó el mapa para guiarlos correctamente.

Finalmente, llegaron a la cueva de los miedos. En su interior, escucharon extraños ruidos que los hicieron dudar. "Debemos ser valientes, recordemos que estamos juntos". Victoria tomó la delantera, sabiendo que sus amigos la seguían.

Al entrar, vieron sombras danzantes. Juan Luis, que estaba muy preocupado, les dijo:

"Aquí es donde mis alas están atrapadas. Solo aparecen cuando se les habla con valentía".

Victoria, inspirada por su espíritu de guerrera, se acercó y gritó:

"¡Alas de Juan Luis, salgan ahora! No tienen que temer a la oscuridad". Las sombras comenzaron a desvanecerse, y las alas de colores brillaron en la penumbra.

"¡Lo lograste!" exclamó Juan Luis, entusiasmado.

Las alas, que antes parecían perdidas, volvieron volando hacia el dragón. Juan Luis aleteó sus hermosas alas y, para sorpresa de todos, comenzó a elevarse en el aire.

"Gracias, amigos. Sin su ayuda, jamás hubiera podido encontrar mis alas".

Victoria sonrió, pero luego se preocupó. "¿Y ahora qué haremos? ¿Cómo regresaremos al pueblo?".

"Déjenme a mí". Dijo Juan Luis. "Haré que todos los sueños vengan con nosotros". Y así, con la magia de Juan Luis y el poder de la amistad, los tres amigos volaron de vuelta a su hogar, donde todos los niños los recibieron con entusiasmo.

Desde ese día, los sueños llegaron a Arcoíris cada noche, y las aventuras de Victoria, Juan Luis y sus amigos continuaron. Aprendieron que con valentía y un buen grupo de amigos, podían enfrentar cualquier desafío y alcanzar juntos los sueños más hermosos.

FIN.

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