Villa Alegría, un ejemplo de inclusión
Había una vez un pequeño pueblo llamado Villa Alegría, donde todos los habitantes vivían felices y en armonía.
Pero había algo que no estaba del todo bien: las personas con TEA (Trastorno del Espectro Autista) no eran aceptadas ni comprendidas. En ese pueblo vivía Sofía, una niña muy curiosa y amable. Un día, mientras caminaba por el parque, vio a un chico llamado Lucas quien parecía estar solo y triste.
Sofía se acercó a él y le preguntó: "¿Estás bien? ¿Puedo ayudarte en algo?"Lucas miró a Sofía con sus ojos brillantes pero no respondió. Sofía recordó que su mamá le había contado sobre el TEA y cómo algunas personas pueden tener dificultades para comunicarse.
Decidió ser paciente y amigable con Lucas. Comenzaron a jugar juntos en el parque, construyendo castillos de arena y columpiándose muy alto.
Un día, mientras jugaban al escondite, Lucas se escondió detrás de unos arbustos y se quedó atascado allí sin poder moverse. Sofía lo encontró después de mucho buscarlo y vio que estaba asustado. "No te preocupes, Lucas", dijo ella tranquilamente. "Voy a pedir ayuda". Corrió hacia la plaza del pueblo donde estaban todos los adultos reunidos.
Les explicó lo sucedido y les pidió ayuda para liberar a Lucas. Los adultos se miraron entre sí sorprendidos pero decidieron ayudar.
Juntos fueron al rescate de Lucas ¡y lograron sacarlo de los arbustos! Ese incidente hizo que los adultos del pueblo comenzaran a comprender mejor el TEA y la importancia de aceptar y apoyar a las personas con esta condición. Desde ese día, Villa Alegría se transformó en un lugar más inclusivo.
Organizaron talleres educativos sobre el TEA, donde todos aprendieron cómo comunicarse y ser amables con las personas que lo padecen. Sofía se convirtió en una líder para su comunidad. Junto con Lucas, enseñaron a los demás niños y niñas cómo jugar de manera inclusiva.
Un día, Villa Alegría recibió la visita de un circo muy especial. Era un circo formado por artistas con TEA, quienes demostraron sus increíbles habilidades en malabares, acrobacias y música.
Todos quedaron maravillados al ver el talento y la pasión de estos artistas únicos. El circo dejó una gran lección: cada persona tiene dones especiales que pueden compartir si les damos la oportunidad. El pueblo entero celebró un gran festival para honrar a las personas con TEA.
Sofía pronunció un discurso inspirador donde habló sobre la importancia de aceptar y valorar a todas las personas sin importar sus diferencias. Desde aquel día, Villa Alegría se convirtió en un ejemplo para otras comunidades cercanas.
La aceptación se volvió una parte fundamental de sus vidas y juntos crecieron como una sociedad más inclusiva.
Y así es como Sofía, Lucas y todo el pueblo descubrieron que aceptar a las personas con TEA no solo beneficia a ellos sino también nos hace mejores seres humanos.
FIN.