Violeta, la abeja valiente



Había una vez en el hermoso jardín de Margarita, una abeja llamada Violeta. Violeta era una abeja muy trabajadora, siempre la primera en salir al amanecer y la última en regresar al atardecer.

Ella recogía polen y néctar con entusiasmo y alegría, esparciendo amor por todo el jardín con su zumbido alegre. Pero a pesar de su dedicación y esfuerzo, las otras abejas del panal no apreciaban a Violeta.

La discriminaban por ser diferente: tenía rayas más claras que el resto y sus alas brillaban con tonos violeta que resaltaban entre las demás abejas. Un día, mientras recolectaba néctar de una hermosa flor amarilla, dos abejas malintencionadas se acercaron a ella.

Eran Rosaura y Petunia, las abejas más presumidas y crueles del panal. "¡Miren quién está aquí! La abejita rara e inútil", dijo Rosaura con desdén. Violeta intentó ignorarlas y siguió trabajando sin decir nada. "¿Qué te crees? No eres bienvenida aquí.

Deberías irte a otro lugar donde acepten bichos extraños como tú", agregó Petunia con una risita burlona. Violeta sintió un nudo en la garganta, pero decidió mantener la calma.

Terminó de recolectar néctar y se marchó volando hacia el panal, dejando atrás a las dos abejas malvadas que se reían a carcajadas. Esa noche, Violeta no podía conciliar el sueño. Se sentía triste y sola por la actitud de sus compañeras hacia ella.

Pero entonces recordó algo importante: su mamá siempre le decía que nunca debía rendirse ante la adversidad. Al día siguiente, cuando llegó al jardín para empezar su jornada laboral, algo extraordinario ocurrió. Las flores estaban marchitas y necesitadas de cuidados urgentes.

Las otras abejas estaban confundidas y preocupadas por lo que estaba sucediendo. Violeta se acercó a ellas con determinación y les explicó lo que había observado durante toda la noche: un insecto parásito estaba dañando las flores mientras todos dormían.

Propuso un plan para proteger el jardín y salvarlo de esta amenaza. Las demás abejas dudaron al principio, pero finalmente accedieron a seguir el liderazgo de Violeta.

Trabajaron juntas durante horas para combatir al intruso y proteger las preciosas flores del jardín de Margarita. Al final del día, gracias al trabajo en equipo liderado por Violeta, lograron expulsar al insecto parásito y salvaron el jardín.

Las demás abejas miraron a Violeta con admiración y respeto por su valentía e inteligencia demostradas en ese momento crucial. Desde ese día en adelante, Violeta fue aceptada plenamente por todas las abejas del panal.

Aprendieron que la verdadera belleza radica en lo que uno hace con amor y dedicación, no en cómo luce por fuera. Y así, cada mañana cuando salían a trabajar bajo el cálido sol primaveral, recordaban la lección aprendida gracias a Violeta: nunca subestimes a alguien solo por ser diferente; podrías perderte la oportunidad de descubrir su verdadero valor.

FIN.

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