Violeta, la flor que encontró su hogar



Había una vez una pequeña flor llamada Violeta que se sentía perdida en el mundo. Desde que era apenas una semilla, había viajado por diferentes estaciones buscando su lugar en el mundo.

En verano, Violeta sintió el intenso calor del sol sobre sus pétalos y la tierra reseca bajo sus raíces. Intentó florecer allí, pero pronto se dio cuenta de que ese no era su hogar. "-¡Qué calor insoportable! No puedo crecer aquí", susurraba al viento.

Llegó luego el invierno, y con él, el frío penetrante que helaba sus hojas y entumecía sus tallos. "-¡Brrr! Este frío me congela por dentro. Definitivamente, este no es mi lugar", murmuraba Violeta mientras temblaba.

En otoño, las hojas caían a su alrededor formando un manto dorado en el suelo. Aunque encontró cierta belleza en los colores de la temporada, sabía que tampoco pertenecía allí. "-Estas hojas son hermosas, pero yo anhelo algo más", pensaba tristemente.

Así pasaron las estaciones hasta que finalmente llegó la primavera. Con ella vinieron los días más cálidos, los pájaros cantando melodías alegres y el dulce perfume de las flores en el aire.

Violeta se sintió renovada al percibir todos esos elementos a su alrededor. Un día, mientras disfrutaba del sol matutino, escuchó una voz amigable cerca de ella: "Hola, pequeña flor perdida".

Sorprendida, Violeta miró hacia abajo y vio a Margarita, una flor radiante con pétalos blancos como la nieve. "-¿Cómo supiste que estaba perdida?", preguntó Violeta con curiosidad. "-Porque yo también lo estuve alguna vez", respondió Margarita con ternura. "-¿Y cómo encontraste tu hogar?", indagó Violeta esperanzada.

Margarita sonrió y le dijo: "Al darme cuenta de que mi verdadero hogar está donde puedo crecer feliz y libremente". En ese momento, Violeta comprendió lo que significaba estar en casa realmente: no era un lugar físico específico sino un estado de plenitud interior.

Desde entonces, Violeta floreció junto a Margarita en aquel jardín primaveral donde cada día era una celebración de colores y fragancias. Descubrió que su hogar estaba donde podía ser ella misma sin restricciones ni limitaciones.

Y así fue como la pequeña flor perdida encontró finalmente su lugar en el mundo: rodeada de amor, alegría y la compañía de nuevas amistades que le recordaban cada día lo especial e importante que era para aquel rincón del universo lleno de vida y armonía.

FIN.

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