Violeta y el Viaje a las Pozas Termales



Era un brillante día de primavera cuando Violeta, una niña curiosa de ocho años, decidió que era momento de una aventura. Se enteró de las famosas pozas termales de Ourense y, emocionada, planeó su viaje. Al salir de casa, tomó su mochila, llenándola de frutas, un cuaderno de dibujo y por supuesto, su amor por la exploración.

"¡Mamá, me voy a las pozas!" - le gritó mientras ataba sus zapatillas.

"¡Ten cuidado y recuerda volver antes de que se haga de noche!" - respondió su madre, con una sonrisa.

Violeta se dirigió a la estación de tren. Era su primera vez viajando sola, y aunque un cosquilleo de nervios la invadía, su entusiasmo por conocer algo nuevo era mucho más fuerte. Se subió al tren, que la llevaría a la mágica ciudad de Ourense.

En el tren, se sentó junto a un anciano con un sombrero de paja. Se llamaba Don Ramón, y entre charla y charla, le contó sobre la historia de las pozas.

"Las aguas termales son un regalo de la naturaleza, Violeta. Tienen propiedades únicas. Aunque no soy médico, dicen que son buenas para la piel y para relajarse. ¡Tienes que probarlas!"

"¡Qué emocionante! No puedo esperar hasta llegar. Todo el mundo dice que son mágicas" - dijo Violeta, con los ojos brillantes.

Tras un viaje que pareció cortísimo, el tren llegó a la estación de Ourense. Violeta bajó y sintió el aroma de las flores que sazonaban el aire.

"¿Dónde están las pozas?" - preguntó a un grupo de turistas.

"Sigue el camino de la derecha y no te perderás. ¡Disfruta del agua!" - respondió una mujer con una alegre sonrisa.

Violeta siguió las indicaciones y, tras unos minutos de caminata, finalmente vio las pozas. El lugar era espectacular, como un cuadro pintado por un artista. Era un entorno natural lleno de agua cristalina, con grandes rocas donde la gente se sentaba a relajarse. Ella se puso la ropa de baño rápidamente y corrió hacia el agua.

"¡Es increíble!" - gritó mientras se zambullía en la poza más cercana.

De repente, vio a una niña que lloraba cerca de la orilla.

"Hola, ¿qué te pasa?" - preguntó Violeta, preocupada.

"No puedo encontrar a mi mamá y tengo miedo." - la niña sollozó.

Violeta, sintiendo que esa era una verdadera aventura, decidió ayudarla.

"No te preocupes, ¡vamos a buscarla juntas!" - la tranquilizó.

Las dos niñas comenzaron a caminar alrededor de las pozas, preguntando a los adultos si habían visto a la mamá de la niña. Pregunta tras pregunta, las esperanzas disminuían hasta que, de repente, Violeta vio a una mujer con una gorra, muy parecida a la mamá de la niña.

"¡Mira! Creo que esa es tu mamá!" - Violeta exclamó, señalando.

La pequeña corrió hacia su madre, quien la abrazó con mucha alegría.

"¡Gracias! No sé qué habría hecho sin tu ayuda." - le dijo la niña, con una gran sonrisa.

"De nada, me alegra haberte ayudado. Aquí las cosas son más mágicas con las buenas acciones. ¡Esto merece un dibujo!" - Violeta sonrió, tomando su cuaderno y apuntando la escena, su primera acción de héroe.

Tras un largo día de risas, juegos y exploraciones, Violeta sabía que era hora de regresar a casa. Mientras subía al tren, no podía dejar de pensar en su aventura, y en lo emocionante que había sido ayudar a otra persona.

"Hasta el próximo viaje, Ourense. ¡Volveré a buscar más magia!" - se despidió, feliz.

Esa noche, en su cama, Violeta comprendió que la verdadera magia no solo estaba en las pozas termales, sino también en las amistades y en las buenas acciones. Se durmió feliz, soñando con nuevas aventuras y la promesa de volver a explorar el mundo que la rodeaba.

FIN.

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