Violeta y la Torre de la Amistad



Había una vez, en un hermoso valle lleno de flores y árboles frutales, una dinosauria rosa llamada Violeta. A Violeta le encantaba limpiar su casa. Todas las mañanas, cuando el sol comenzaba a asomar su rostro dorado, Violeta tomaba su escoba y comenzaba a barrer su hogar mientras tarareaba alegremente.

"¡Qué lindo es tener un hogar limpio!" - decía mientras recogía hojas y ramitas que el viento había dejado en su patio.

Además de limpiar, Violeta tenía otra gran pasión: construir torres con piedras. En el fondo de su jardín, había un montón de piedras de todos los tamaños y colores, y Violeta pasaba horas organizándolas con mucho cuidado.

"¡Hoy voy a construir la torre más alta de todas!" - exclamó emocionada un día.

Y así, empezó a apilar las piedras. La primera fue una piedra grande, color gris. Luego, eligió otra pequeña, azul, y la colocó con mucho esmero. Con cada piedra que añadía, su torre crecía y crecían también sus sueños de compartirla con sus amigos. Pero cuando estuvo a punto de alcanzar la cima, un viento fuerte sopló y derribó la torre.

"¡Oh no!" - gritó Violeta, viendo cómo sus piedras caían al suelo.

Empezó a llorar, pero decidió que no podía rendirse. Entonces, llamó a sus amigos: el dinosaurio verde llamado Tito, que amaba bailar, y la dinosauria amarilla llamada Luli, que tenía una voz dulce que encantaba a todos.

"Chicos, ayúdenme a reconstruir mi torre, por favor" - pidió Violeta entre sollozos.

"Claro que sí, Violeta, juntos podemos hacerlo más grande y más fuerte" - dijo Tito, moviendo la colita emocionado.

Luli, que cantaba muy bien, empezó a alegrar a todos cantando una canción sobre la amistad. Mientras cantaban, todos recogieron las piedras y comenzaron a construir la torre de nuevo, pero esta vez, con un nuevo diseño: cada uno aportó su toque personal.

"La piedra azul puede ir arriba, porque es la más brillante" - propuso Luli.

"¡Y yo agregaré unas piedras que encontré cerca del río!" - añadió Tito corriendo entusiasmado.

Poco a poco, la torre comenzó a tomar forma. Cada piedra era única y representaba el esfuerzo y la creatividad de cada uno de ellos. Y al final, no solo lograron construir la torre más alta de todas, sino que también se dieron cuenta de que era la más hermosa.

"¡Mirá qué linda queda!" - exclamó Violeta llena de alegría.

"Nunca tuve una torre tan impresionante" - dijo Tito, bailando alrededor.

"¡Esto es lo que logra la amistad!" - cantó Luli.

Desde ese día, Violeta aprendió que aunque las cosas no salgan como uno espera, siempre hay una oportunidad para renacer y crear algo aún más especial cuando se trabaja en equipo. Y, sobre todo, que lo más importante no era solo construir torres, sino compartir momentos inolvidables con sus amigos.

Y cada vez que Violeta limpiaba su casa, recordaba que los mejores días son aquellos que se llenan de risas, música y trabajo en equipo. Al final, su hogar no solo brillaba por fuera, sino que también resplandecía de felicidad por dentro. Ubicados en su torre, observaban cómo sus risas llenaban el aire como un canto hermoso.

Fin.

FIN.

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