Viviana y el Jardín de los Sueños



En un pequeño pueblo rodeado de montañas y árboles de colores vibrantes, vivía una niña llamada Viviana. Tenía el cabello rizado y una risa contagiosa que iluminaba incluso los días más nublados. Viviana tenía un gran sueño: quería crear el jardín más hermoso del mundo, lleno de flores exóticas y coloridas que atrajeran a mariposas y pájaros de todas partes.

Cada mañana, después de desayunar, Viviana se dirigía a su patio trasero, donde había un terreno vacío. Allí empezaba a soñar despierta sobre lo que podía llegar a ser su jardín.

"Si planto girasoles enormes, las aves vendrán a jugar entre sus pétalos, y si tengo orquídeas, el aire olerá a dulce!"

La niña miraba su terreno desierto y se daba cuenta de que no sabía por dónde empezar. Un día, decidió que necesitaba ayuda. Llamó a su mejor amiga, Sofía, que era una gran conocedora de plantas.

"Sofía, ven, necesito que me ayudes a hacer un jardín hermoso."

"¡Claro, Viviana! Pero primero, necesitamos semillas. Vamos al vivero del pueblo."

Ambas se pusieron en marcha y llegaron emocionadas al vivero. Allí, encontraron semillas de todo tipo: girasoles, rosas, margaritas y hasta algunas plantas poco comunes que nunca habían visto.

"¡Mira estas, parecen sacadas de un cuento de hadas!"

"Sí, ¡quiero algunas de esas!"

Con un monton de semillas recolectadas y una sonrisa enorme en sus caras, volvieron a casa ansiosas por comenzar su proyecto.

Esa tarde, armadas con palas y regaderas, comenzaron a trabajar en el terreno. Excavar, plantar y regar fue una tarea cansadora, pero la risa y las ocurrencias de Sofía mantenían la energía alta.

"¡A ver quién planta más rápido!"

"¡No, no! El jardín no es una carrera, debe crecer con amor y paciencia."

Pasaron los días y empezaron a ver los primeros brotes. Pero un día, al llegar al terreno, Viviana se llevó una gran sorpresa. Un grupo de pájaros había picoteado las semillas que habían plantado.

"¡Ay no, Sofía! ¡Nuestros sueños han volado!"

"No te preocupes, Viviana. Solo necesitamos proteger nuestra pequeña creación. ¿Se te ocurre algo?"

Viviana pensó por un momento y su rostro se iluminó.

"¡Podemos hacer un espantapájaros!"

"¡Sí! Pero uno que sea bonito, para que esté a juego con el jardín."

Se pusieron manos a la obra, recolectando viejas ropas y usando un palo de escoba como base. Al final, el espantapájaros era una figura divertida, con una gran sonrisa pintada en la cara.

"¡Listo! Ya tenemos a nuestro guardián del jardín."

Los días continuaron y, con mucha constancia, las flores comenzaron a nacer. El jardín empezó a llenarse de colores, desde el amarillo vibrante de los girasoles hasta los tonos delicados de las orquídeas. Poco a poco, los pájaros dejaron de visitar su terreno, y ahora las mariposas empezaron a danzar entre las flores.

"Mirá, Sofía, ¡nuestro sueño está tomando vida!"

"Es hermoso, nunca imaginé que podría crecer algo tan bonito. ¡Trabajar en equipo funciona!"

El tiempo pasó y su jardín se convirtió en un lugar mágico, un refugio no solo para pájaros y mariposas, sino también para los niños del pueblo, que venían a jugar entre las flores. Viviana y Sofía se dieron cuenta de que lo importante no eran solo las flores, sino el esfuerzo, el amor y la amistad que habían puesto en su creación.

"Sofía, deberíamos invitar a todos a disfrutarlo con nosotros. ¿Qué te parece?"

"¡Sí! Así todos podrán compartir lo que hemos logrado."

Un día organizaron una fiesta en el jardín, donde todos estaban invitados a conocer su obra y aprender sobre las plantas. Los adultos también se asombraron por lo que habían logrado en tan poco tiempo.

"¿Cómo lo hicieron, chicas?"

"Fue con mucho esfuerzo y cariño. Si trabajamos juntos, podemos lograr grandes cosas."

El jardín se convirtió en un símbolo de imaginación y trabajo en equipo en el pueblo. Viviana aprendió que no importa cuán grande sea nuestro sueño, con amistad y perseverancia, todo puede hacerse realidad.

"Viviana, tenemos que volver a plantar más flores para que el jardín nunca deje de crecer. ¡Hay tanto para hacer!"

"Sí, y quiero que todos en el pueblo se involucren. ¡La magia es mucho más linda cuando se comparte!"

Y así, Viviana y Sofía continuaron cuidando su jardín, aprendiendo cada día algo nuevo sobre las plantas, la naturaleza y la importancia de compartir y trabajar en equipo.

Cada flor que alcanzaba a florecer era un recordatorio de que los sueños, con esfuerzo conjunto y dedicación, no solo se pueden alcanzar, sino que también pueden inspirar a otros a hacer lo mismo.

Y así, en un pequeño pueblo donde un jardín florecía, los sueños y la amistad seguían creciendo eternamente.

FIN.

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