Voces Unidas


Había una vez una niña llamada Margarita, quien era conocida por ser amorosa, divertida y dulce. Todos en su vecindario la adoraban y siempre querían estar cerca de ella.

Sin embargo, había algo que preocupaba a los adultos: Margarita siempre trataba de complacer a los demás para evitar generar problemas. Un día, mientras caminaba hacia la escuela, Margarita se encontró con un perro callejero. El pobre animal estaba hambriento y temblaba de frío.

A pesar de tener prisa por llegar a clase, Margarita decidió ayudarlo. "No puedo dejarlo aquí solo", pensó Margarita. "Seguro que alguien lo lastimará si no hago algo". Margarita llevó al perro a su casa y le dio comida y abrigo.

Pronto descubrió que el perro se llamaba Max y se convirtió en su mejor amigo. A medida que pasaban los días, Margarita comenzó a notar que Max tenía miedo cuando alguien levantaba la voz o lo regañaba.

Al igual que ella, Max también intentaba complacer a todos para evitar problemas. Un día, mientras jugaban juntos en el parque, vieron cómo unos niños mayores estaban molestando a un grupo de niños más pequeños.

"¡Eso no está bien!", exclamó Margarita indignada. Max miró a Margarita con sus ojos tristes pero llenos de determinación. Parecía decirle "Podemos hacer algo". Margarita tomó coraje y decidió enfrentarse a los niños mayores para defender a los más pequeños.

"¡Oigan! ¡Dejen de molestarlos! Todos merecen ser tratados con respeto", gritó Margarita valientemente. Los niños mayores se detuvieron sorprendidos por la audacia de Margarita. Aunque al principio estaban enojados, pronto se dieron cuenta de que lo que estaban haciendo no era correcto.

Se disculparon y prometieron cambiar su actitud. A partir de ese día, Margarita entendió que complacer a los demás todo el tiempo no siempre era la mejor opción.

A veces, era necesario defender lo que uno cree y luchar por lo justo. Con el tiempo, Margarita se convirtió en una líder positiva en su comunidad. Ayudaba a los más necesitados, defendía a los más débiles y siempre estaba dispuesta a escuchar a quienes necesitaban apoyo.

Max también cambió gracias a la valentía de Margarita. Dejó de temerle a las voces fuertes y aprendió a confiar en sí mismo.

Juntos, Margarita y Max demostraron que ser amoroso, divertido y dulce no significa complacer constantemente a los demás para evitar problemas. A veces, es necesario levantar la voz y luchar por lo correcto. Y así fue como Margarita encontró su verdadera voz mientras ayudaba a aquellos que la rodeaban.

Su historia inspiró a muchos otros niños y niñas del vecindario a seguir sus pasos, convirtiendo su comunidad en un lugar más amable y justo para todos.

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