Volando entre las nubes



Había una vez un niño llamado Tomás, que siempre había sido un soñador. Desde muy pequeño, se pasaba el día imaginando aventuras fantásticas y creando historias en su mente.

Pero lo que más deseaba en el mundo era poder volar. Tomás veía los pájaros surcando el cielo y soñaba con ser uno de ellos. Pasaba horas y horas dibujando aviones y cometas, intentando encontrar la forma de hacer realidad su sueño.

Pero no importaba cuánto lo intentara, siempre terminaba desilusionado al darse cuenta de que era imposible para un niño como él volar.

Un día, mientras caminaba por el parque con la cabeza llena de pensamientos sobre cómo podría alcanzar las nubes, escuchó una voz suave pero decidida a su lado. - Hola Tomás, ¿qué estás haciendo? Tomás levantó la mirada y vio a un hombre mayor sentado en un banco cercano. - Hola señor -respondió-, estaba pensando en cómo sería volar por los cielos.

El hombre sonrió amablemente y le dijo:- Sabes, Tomás, todos tenemos sueños que parecen imposibles. Pero eso no significa que debamos rendirnos sin intentarlo. Si realmente deseas volar, tal vez haya una manera de lograrlo.

Los ojos del niño se iluminaron de emoción ante estas palabras esperanzadoras. - ¿En serio? ¿Cómo puedo hacerlo? El hombre sacó algo del bolsillo y le mostró a Tomás un pequeño libro titulado "El arte de construir cometas".

- Este libro te enseñará cómo construir cometas que pueden volar muy alto en el cielo. Si sigues las instrucciones al pie de la letra, podrás hacer una y volarla tú mismo. Tomás no podía creer su suerte.

Agradeció al hombre con entusiasmo y corrió a casa para comenzar a leer el libro. Los días pasaron y Tomás se convirtió en un experto en construcción de cometas.

Siguió cada paso cuidadosamente, eligiendo los materiales adecuados y construyendo cometas de todos los tamaños y formas imaginables. Finalmente, llegó el día del gran vuelo. Tomás llevó sus cometas al parque, donde había suficiente espacio para probarlas sin obstáculos. El viento soplaba fuerte ese día, perfecto para elevar las cometas hacia el cielo.

Con manos temblorosas pero llenas de emoción, Tomás lanzó su primera cometa al aire. Miró maravillado cómo se elevaba cada vez más alto hasta perderse entre las nubes. Era como si estuviera volando junto a ella.

El niño soltó una carcajada llena de felicidad y rápidamente lanzó otra cometa al aire. Y luego otra más, hasta que el cielo se llenó de coloridas cometas danzantes.

Mientras observaba sus logros flotando en lo alto del cielo azul, Tomás sintió que su sueño finalmente se había hecho realidad. No necesitaba ser un pájaro para volar; solo necesitaba creer en sí mismo y encontrar la manera correcta de alcanzar sus metas.

Desde ese día en adelante, Tomás nunca dejó de soñar ni de perseguir sus sueños. Sabía que, con determinación y perseverancia, podía lograr cualquier cosa que se propusiera.

Y así fue como el niño soñador consiguió su sueño de volar, demostrando al mundo que no hay límites para la imaginación y que los sueños pueden hacerse realidad si creemos en ellos lo suficiente.

FIN.

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