Walter y los Locos de San Hilario



En un colorido pueblo llamado San Hilario, todos esperaban el 28 de diciembre con emoción y un poco de miedo. Era el día de los Locos, donde un grupo de personas vestidas con trajes llamativos y máscaras aterradoras recorrían las calles haciendo ruidos y asustando a los pueblerinos. Walter, un niño curioso y un poco miedoso, tenía un gran temor de ver a los Locos.

Aunque todos sus amigos decían que era divertido y que el diablo, que era el líder de los Locos, nunca hacía daño, Walter no podía dejar de temblar al imaginarse frente a ellos. Pero ese año decidió que tenía que enfrentarse a su miedo.

"¡No puedo quedarme en casa!" - se dijo Walter mirándose al espejo. "Voy a ir a la plaza y ver qué pasa."

Cuando Walter llegó a la plaza, se encontró con un ambiente festivo y alegre. La gente reía, bailaba y todos esperaban la llegada de los Locos. Walter sintió un cosquilleo en el estómago, pero se armó de valentía y se quedó en su lugar.

De repente, apareció el diablo, vestido de rojo y con una máscara negra. Era imponente, pero en su andar había algo divertido. Los Locos, llenos de energía, comenzaron a bailar y hacer ruidos con sus garrotes y palos, pero en lugar de asustar, parecían más un espectáculo de alegría.

"¡Miren, ahí viene el diablo!" - gritó una niña, riéndose.

Walter sintió que sus piernas temblaban, pero su curiosidad pudo más. Se acercó un poco más, observando cómo los Locos jugaban entre ellos y hacían bromas a la gente. En ese momento, se dio cuenta de que no eran tan aterradores como había imaginado.

"¿Sabes qué es lo más divertido de hoy?" - preguntó un niño al lado de Walter. "¡Es que los Locos recolectan aguinaldos para ayudar a los niños necesitados!"

Walter quedó sorprendido. "¿Qué? ¿Ellos ayudan a los niños?"

"Sí, cada año hacen esto para juntar juguetes y comida. Todo este alboroto es parte de la tradición."

Walter, sin pensarlo, decidió unirse a la fiesta. Se acercó a uno de los Locos que llevaba un gran pote. "¿Puedo ayudar?" - preguntó, sintiendo que su miedo se desvanecía.

El loco con la máscara le sonrió. "¡Claro, amigo! Necesitamos recolectar más aguinaldos. Cada pequeño gesto cuenta."

Durante la jornada, Walter y sus amigos comenzaron a ayudar a recoger juguetes y alimentos, y en lugar de temer a los Locos, se convirtieron en parte de la magia del día. Juntos bailaron, rieron y disfrutaron, aprendiendo que los Locos no eran solo personajes que asustaban, sino también aquellos que traían alegría y esperanza a su comunidad.

Al final del día, cuando el sol se ponía y los Locos se retiraban, Walter estaba feliz. "¡Eso no fue aterrador en absoluto!" - exclamó, con una gran sonrisa. "¡Fue una gran aventura!"

A partir de ese día, Walter ya no temió a los Locos de San Hilario. Comprendió que a veces los miedos son solo eso, imaginaciones que no tienen por qué detenernos de vivir momentos inolvidables. Y cada 28 de diciembre, Walter esperaba ansioso la llegada de los Locos, listo para disfrutar y ayudar en la recolecta para aquellos que más lo necesitaban.

FIN.

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