Willy y el poder de la amabilidad


Willy era un niño muy inquieto y travieso. Siempre estaba haciendo travesuras en la sala de 4 años del jardín de infantes donde asistía.

Pero un día, Willy decidió que quería portarse bien y ser un buen compañero para sus amigos. "¿Qué puedo hacer para portarme bien, Señorita Ana?", preguntó Willy a su maestra. "Bueno, Willy, puedes empezar por escuchar las instrucciones y seguir las reglas", respondió la Señorita Ana.

Willy se esforzó por prestar atención en clase y hacer lo que se le pedía. A veces era difícil resistir la tentación de jugar o molestar a sus amigos, pero recordaba su propósito de portarse bien.

Un día, durante el recreo, Willy notó que uno de sus amigos estaba triste y solo sentado en una esquina del patio. Decidió acercarse a él para ver si podía ayudarlo. "¿Qué pasa amigo? ¿Por qué estás tan triste?", preguntó Willy con preocupación.

"Es que nadie quiere jugar conmigo", respondió su amigo con lágrimas en los ojos. Willy sintió empatía hacia su amigo y decidió invitarlo a jugar junto al resto del grupo.

Todos aceptaron al nuevo integrante felizmente y se divirtieron juntos durante todo el recreo. A partir de ese día, el comportamiento de Willy cambió completamente. No solo seguía las reglas sino que también se preocupaba por sus amigos y trataba siempre de ser amable con ellos.

La Señorita Ana notó el cambio en él e incluso lo felicitó por su buen comportamiento. Willy se sintió muy orgulloso de sí mismo y feliz de haber encontrado una nueva forma de divertirse con sus amigos sin tener que hacer travesuras.

Aprendió que ser un buen compañero no solo hace felices a los demás sino también a uno mismo.

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