Wixi, el amigo robot



El inventor Juan estaba muy emocionado por su última creación: un robot llamado Wixi. Había dedicado meses enteros a diseñarlo, construirlo y programarlo para que pudiera hacer todo tipo de cosas increíbles.

Juan sabía que Wixi era un invento revolucionario y estaba seguro de que muchas personas estarían interesadas en comprarlo. Pero cuando intentó venderlo, se encontró con una sorpresa desagradable.

"Lo siento mucho, señor Juan", le dijo el primer comprador potencial, "pero este robot no nos sirve para nada. No hace lo que necesitamos". Juan se sintió frustrado pero no perdió la esperanza. Siguió presentando a Wixi a otras personas y empresas, pero todas las respuestas fueron las mismas.

"No es lo que estamos buscando", le decían todos. Entonces, una tarde mientras trabajaba en su taller, Juan escuchó una voz diferente:"Hola, ¿qué haces?" preguntó la voz. Juan miró hacia abajo y vio a un niño pequeño parado frente a él.

Era un niño con una sonrisa radiante en su rostro y los ojos llenos de curiosidad. "Estoy trabajando en mi último invento", respondió Juan. "¿Puedo verlo?" preguntó el niño con entusiasmo. Juan asintió y mostró orgullosamente a Wixi al niño.

Este se quedó impresionado por todas las cosas increíbles que el robot podía hacer. "¡Es genial! ¿Puedo jugar con él?" preguntó el niño saltando de emoción. Juan sonrió ante la pregunta y le dijo:"Claro que sí, adelante".

El niño pasó horas jugando con Wixi, descubriendo todo lo que podía hacer. Y Juan se dio cuenta de algo importante: había estado tratando de vender su invento a las personas equivocadas. Wixi no era una herramienta para grandes empresas o industrias.

Era un compañero de juegos perfecto para niños como aquel chico que estaba frente a él.

Juan decidió entonces crear una campaña publicitaria dirigida a los niños y sus padres, mostrándoles todas las cosas divertidas que Wixi podía hacer juntos. La respuesta fue abrumadora. Los niños adoraban a Wixi y sus padres estaban felices de tener un robot educativo y seguro para jugar con sus hijos. Pronto, el invento del Juan se convirtió en un éxito rotundo.

Y así, aprendió la lección más importante: no siempre es fácil encontrar el público adecuado para tus ideas, pero nunca debes perder la esperanza.

Si sigues buscando, eventualmente encontrarás a alguien que valore tu trabajo tanto como tú mismo lo haces.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!