Ximena y el juego de la solidaridad


Había una vez una niña llamada Ximena, que era muy traviesa y siempre se metía en problemas.

Aunque su maestra, la señorita Laura, le enseñaba constantemente sobre el valor de la solidaridad y cómo ayudar a los demás, Ximena parecía no prestarle atención. En el colegio, Ximena solía pelearse con sus compañeros por cualquier motivo. No importaba si era por un lápiz o por un juguete, ella siempre encontraba algo para discutir.

Sus amigos estaban cansados de esto y comenzaron a evitarla. Un día, mientras jugaban en el patio del colegio, Ximena vio cómo su amiga Luciana se caía al tropezar con una piedra.

En lugar de ayudarla como cualquier niño solidario haría, Ximena simplemente se rió de ella. La señorita Laura observó todo desde lejos y decidió intervenir. - ¡Ximena! -exclamó la maestra-. ¿Por qué te burlas de Luciana en lugar de ayudarla? Ximena miró avergonzada hacia abajo y admitió: "No sé...

creo que me gusta pelear más que ser amable". La señorita Laura decidió hacer algo especial para enseñarle a Ximena el verdadero valor de la solidaridad.

Al día siguiente, organizó un juego en equipo donde todos los niños debían trabajar juntos para alcanzar un objetivo común. Divididos en grupos pequeños, cada equipo tenía que construir una torre utilizando palitos de helado. Pero había una regla importante: nadie podía hablar durante el juego; solo podían comunicarse mediante gestos y señas.

Ximena se unió a uno de los equipos y, al principio, estaba emocionada por el desafío. Pero pronto se dio cuenta de que no poder hablar hacía todo mucho más difícil.

Intentó hacerlo sola, pero su torre siempre terminaba cayendo. Desesperada, Ximena miró a su equipo y vio cómo trabajaban juntos en armonía. Se ayudaban mutuamente sin decir una palabra, comprendiendo las necesidades del otro y colaborando para alcanzar el objetivo común.

Ahí fue cuando Ximena entendió lo importante que era la solidaridad. Decidida a cambiar su actitud, Ximena se acercó a sus compañeros y comenzó a colaborar con ellos. Dejó de pelearse por cualquier tontería y aprendió a valorar la amistad.

La señorita Laura observaba orgullosa cómo Ximena había aprendido la lección tan rápidamente. Al finalizar el juego, felicitó a todos los niños por su trabajo en equipo y les recordó lo valiosa que era la solidaridad en sus vidas.

Desde ese día en adelante, Ximena se convirtió en una niña solidaria y amable con todos sus compañeros. Ayudaba cuando alguien se caía o necesitaba apoyo académico.

Su cambio fue tan notable que incluso ganó el premio al "Alumno más Solidario" al final del año escolar. Ximena entendió que pelear no llevaba a ninguna parte positiva, pero ser solidaria podía cambiar su vida para mejor.

Desde entonces, prometió vivir siempre según los valores enseñados por la señorita Laura: respeto, amistad y solidaridad. Y así, Ximena se convirtió en un ejemplo para todos los niños de su colegio, demostrando que el cambio era posible si uno estaba dispuesto a aprender y crecer.

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