Yacu y Suyan, los guardianes de la selva



Érase una vez en una selva frondosa y llena de vida, donde cada árbol, río y animal se entrelazaba en una hermosa armonía. En este mágico lugar vivían dos amigos muy especiales: Yacu, un río de aguas cristalinas que recorría la selva, y Suyan, una atenta y sabia ave de colores vibrantes.

Un día, mientras Yacu fluía alegremente entre los árboles, notó algo extraño. "¡Suyan!"- gritó con su suave murmullo. "¡Hay algo que no está bien! He visto que algunos árboles comienzan a marchitarse y sus hojas caen antes de tiempo"-.

Suyan, curiosa, se posó en una rama cercana e hizo un gesto de preocupación. "¡Es verdad, Yacu! No se veían así hace algunos días. Quizás haya algún peligro acechando en nuestro hogar"-.

Los amigos decidieron investigar. Volando alto y con cuidado, Suyan emprendió su vuelo sobre la selva. Desde las alturas observó que, cerca de un gran árbol caído, algunos animales estaban reunidos. "Voy a acercarme a ver qué sucede"-, dijo y bajó en picada.

Los animales, al ver a Suyan, comenzaron a hablar. "¡Suyan, Yacu! La selva está en peligro. Un grupo de humanos ha comenzado a talar árboles y a ensuciar el agua"- protestó un pequeño mono.

"¡Eso no puede ser!"-, respondió Yacu con valentía. "Debemos hacer algo. La selva nos necesita"-.

"Pero, ¿qué podemos hacer? Somos solo un río y un ave"-, se quejó Suyan, sintiendo un poco de duda.

"No somos solos, querida amiga. Todos los animales, plantas y el aire que respiramos somos parte de esta comunidad. Juntos, podemos proteger nuestro hogar"-, contestó Yacu.

Los dos amigos se organizaron con los demás habitantes de la selva. El mono, el jaguar, las tortugas y hasta una familia de ranas se unieron al plan. Decidieron que debían ir a hablar con los humanos que estaban dañando la selva.

"¡Quiero ir!"- exclamó un valiente pájaro carpintero. "Yo les haré ruido para que vengan a escuchar lo que tenemos que decir"-.

Creativamente, los animales elaboraron un invento: un altavoz hecho de hojas y ramas. Suyan, con su canto melodioso, y Yacu, con su murmullo burbujeante, llamaron a todos los animales. Juntos gritaron a los humanos que continuaban con la tala.

Los humanos, sorprendidos por el alboroto, decidieron acercarse, pero no entendían el mensaje que los animales intentaban transmitir. Suyan tomó la iniciativa y, sobrevolando a los humanos, comenzó a mostrarles el agua cristalina de Yacu que se llenaba de barro. "¡Miren lo que hacen!"- gritó.

A medida que los humanos miraban, los animales fueron mostrando cómo la selva estaba cambiando. Los pájaros dejaron de cantar, los árboles se estaban marchitando y el agua, que solía ser clara y viva, se oscurecía.

"Por favor, entiendan. La selva es nuestra casa"-, decía Yacu con todo su caudal amoroso. "Si continúan, todos sufriremos. ¡No solo los animales!"-.

Los humanos se miraron entre sí, confundidos. Después de escuchar el fuerte canto de los animales y ver el caos en la selva, comenzaron a reflexionar. Uno de ellos, que tenía un corazón lleno de amor por la naturaleza, alzó la voz y dijo: "¡Detengamos esto! No queremos dañar el hogar de estos hermosos seres”.

Con un voto de proteger la selva y hacer las cosas de manera diferente, decidieron replantar los árboles que habían talado y cuidar del agua. Todos los animales, en una gran celebración, dieron las gracias a los humanos por escuchar el llamado de la selva.

Desde ese día, Yacu y Suyan se convirtieron en los guardianes de la selva. Y ya no estaban solos, porque todos los habitantes del bosque, incluyendo a los humanos, aprendieron a cuidar el entorno en el que vivían.

Así, los días en la selva volvieron a ser llenos de vida, risas y canciones. Yacu seguía fluyendo en paz, y Suyan seguía volando alto, siempre vigilando su hogar.

"Nunca debemos olvidar que, si nos unimos, podemos hacer una gran diferencia"-, decía Yacu.

Y todos los animales asentían con la cabeza, recordando siempre lo importante que es cuidar la naturaleza para las generaciones futuras. Y así, la selva siguió siendo un lugar donde todos vivían felices, en armonía y amor por su hogar.

FIN.

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