Yair e Isabela y los Dragones de la Amistad



En un tranquilo pueblo rodeado de montañas, vivían dos hermanos llamados Yair e Isabela. Yair, el mayor, era un chico curioso y aventurero, mientras que Isabela, la menor, tenía una imaginación desbordante y era conocida por sus cuentos sobre dragones y magia.

Un día soleado, mientras exploraban el bosque detrás de su casa, Yair encontró un antiguo libro medio enterrado en el suelo. "¡Mirá, Isabela!" -exclamó, mientras limpiaba la tapa llena de tierra. Un símbolo de dragón brillaba en el centro. Isabela corrió hacia él con sus ojos llenos de emoción. "¿Qué hay adentro?" -preguntó.

Con cautela, Yair abrió el libro y una ráfaga de luz mágica iluminó el lugar. Al instante, dos magníficos dragones de colores vibrantes aparecieron ante ellos. "¡Hola, humanos!" -dijo el dragón dorado, que se presentó como Flama. El dragón plateado, llamado Nieve, añadió: "Hemos estado buscando a niños valientes y bondadosos para una misión especial."

Yair, con el corazón latiendo de emoción, preguntó: "¿Qué misión?"

"Las montañas están en peligro. Un monstruo que expulsa tristeza ha robado nuestro brillo. Sin nuestra luz, el mundo se tornará gris y triste" -explicó Flama.

Isabela, con su entusiasmo característico, exclamó: "¡Nosotros podemos ayudar!"

Flama y Nieve sonrieron, felices de contar con la ayuda de los hermanos. Juntos, volaron hacia las montañas, donde el aire era fresco y las nubes danzaban como algodones de azúcar.

Al llegar, se encontraron con el monstruo, que tenía un aspecto oscuro y triste. "¡Aléjense, pequeños! No tienen idea del poder que poseo" -gruñó, haciendo eco su voz en las rocas.

Pero Yair e Isabela decidieron acercarse con valentía. "No queremos pelear. Queremos saber por qué robaste la luz de los dragones" -dijo Yair, temblando un poco.

El monstruo, sorprendido por su valentía, se detuvo. "Desde hace mucho tiempo, nadie se ha preocupado por mí. La soledad me ha llenado de tristeza, así que decidí llevarme la luz para que otros la sintieran como yo."

Isabela, con empatía, preguntó: "¿Y si compartimos nuestra luz contigo? Podemos ser amigos en lugar de enemigos."

El monstruo, que nunca había tenido amigos, sintió un destello de esperanza. "¿Realmente lo creen?"

Flama y Nieve, volando más cerca, dijeron: "La verdadera magia reside en la amistad. A veces, lo único que necesitamos es conexión."

Yair, Isabela y los dragones se unieron y comenzaron a contar historias, a compartir risas y a abrazar al monstruo. Con el tiempo, el color comenzó a regresar a las montañas, y el monstruo, ahora lleno de alegría, se convirtió en su amigo.

"¡Les debo tanto! Gracias por mostrarme la belleza de la amistad!" -dijo el monstruo, y su forma oscura se iluminó como si nunca hubiera existido el dolor.

Finalmente, Yair e Isabela regresaron a casa, llevando consigo un nuevo amigo y un corazón lleno de luz. "¿No es sorprendente lo que se puede lograr cuando uno decide ser amable?" -reflexionó Yair.

Isabela sonrió, recordando la aventura que habían vivido. "¡Es verdad! La magia está en nuestra capacidad de cambiar el mundo a través de la amistad."

Y así, los hermanos aprendieron que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay luz si el amor y la compasión están presentes. Y, por supuesto, siempre habrá un dragón dispuesto a compartir su magia con aquellos que se atreven a soñar.

FIN.

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