Yanela y el viaje inesperado


Yanela era una niña muy curiosa y aventurera. Un día, al salir de su colegio, se dio cuenta de que el bus que siempre tomaba para regresar a casa estaba demasiado lleno.

Sin pensarlo dos veces, decidió subirse a otro bus que parecía ir en la misma dirección. "¡Hola! ¿Este bus va hacia la calle Flores?", preguntó Yanela al chofer con una sonrisa. "Sí, pequeña. Puedes sentarte y relajarte", respondió amablemente el chofer.

Yanela se sentó junto a la ventanilla y comenzó a observar por la ventana los edificios altos y las calles transitadas de la ciudad.

Pasaron varios minutos y Yanela empezó a sentirse un poco nerviosa, ya que no reconocía el camino. Finalmente, el bus llegó a su destino final y Yanela se dio cuenta de que no estaba en la calle Flores, sino en un lugar desconocido para ella.

Se levantó de su asiento con lágrimas en los ojos y salió del bus temblorosa. "¿Qué hago ahora? No conozco este lugar", pensaba para sí misma mientras miraba a su alrededor. Decidió caminar un poco hasta encontrar algún lugar conocido, pero todo le parecía extraño.

De repente, escuchó una voz familiar que la llamaba desde lejos. "¡Yanela! ¡Aquí estamos!", gritaban sus padres desesperados desde una esquina cercana. Corrió hacia ellos y se abrazaron emocionados.

Sus padres habían salido corriendo de casa al darse cuenta de que Yanela no llegaba como todos los días. "¡Hija mía! ¿Estás bien? Estábamos preocupados", dijo su mamá entre sollozos. "Lo siento mucho, me equivoqué de bus sin querer", respondió Yanela avergonzada.

Sus padres le explicaron lo peligroso que podía ser perderse en la ciudad y cómo debía prestar más atención la próxima vez. A pesar del susto, estaban felices de tenerla sana y salva junto a ellos.

Desde ese día, Yanela aprendió la importancia de estar atenta a su entorno y nunca más volvió a tomar el bus equivocado. Siempre recordaría aquella aventura como una experiencia inolvidable que la ayudó a valorar aún más el amor y cuidado de su familia.

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