Yelena y el Misterio de la Oscuridad



En un pintoresco barrio, donde las estrellas brillaban como diamantes en el cielo, vivía Yelena, una nena de 2 años con un gran corazón y una imaginación aún más grande. Pero había algo que a Yelena le daba muuucho miedo: la oscuridad. Cada vez que el sol se ocultaba detrás de las montañas, su pequeño mundo se llenaba de sombras, y eso la hacía sentir incómoda.

Una noche, cuando la luna ya brillaba como un faro en el cielo, Yelena se preparaba para irse a dormir. Mamá, con una sonrisa cálida, entró al cuarto y la abrazó.

"¿Listo para dormir, mi amor?" - preguntó mamá.

"No quiero... tengo miedo de la oscuridad..." - respondió Yelena, apretando su peluche favorito, un conejito llamado Maxi.

Mamá se sentó en la cama, acariciando el cabello de Yelena con dulzura.

"Está bien, Yelena. La oscuridad puede parecer aterradora, pero ¿sabías que es parte de la noche y que hay un montón de cosas lindas en ella?" - dijo mamá.

Yelena la miró con curiosidad, los ojitos iluminados por la luz tenue de la lamparita.

"¿De verdad?" - preguntó, intrigada.

"Sí. Ven, vamos a explorar juntas. Te prometo que no habrá nada que te asuste." - propuso mamá, levantándose de la cama.

Con un poco de duda, pero con la mano de mamá firme, Yelena salió de su habitación. Al principio, el pasillo parecía largo y oscuro, pero pronto, se dieron cuenta de que la luz de la luna iluminaba todo a su alrededor.

"Mira, Yelena. Es solo un juego de luces y sombras. Ahí hay una sombra que parece un dinosaurio, ¿no?" - rió mamá, señalando una sombra en la pared.

Yelena, aun un poco insegura, comenzó a reírse también.

"¡Sí! Es un dinosaurio gigante!" - exclamó sorprendida.

Mamá llevó a Yelena al living donde un gran ventanal les ofrecía una vista perfecta del cielo estrellado.

"Mira todas esas estrellas. Cada una tiene su propia historia, ¿sabías?" - dijo mamá, señalando las chispas luces en el cielo.

"No, pero quiero escucharla!" - insistió Yelena, encantada por la magia del momento.

Así que, mientras miraban las estrellas, mamá comenzó a contarle relatos de constelaciones, criaturas mágicas y noches llenas de sueños. Y cada historia traía consigo un nuevo sentido de aventura y emoción.

Esa noche, mientras las sombras danzaban por la casa y la luna brillaba ahí, Yelena, en vez de sentir miedo, comenzó a sentir curiosidad. "Mamá, ¿podemos hacer una historia sobre un conejito que vuela?" - preguntó emocionada.

"¡Claro, hagamos un cuento!" - sonrió mamá.

Y así, juntas, inventaron la historia de Maxi, el conejito aventurero que volaba a donde las luciérnagas lo guiaban.

Con el tiempo, Yelena empezó a reconocer que el oscuro no era tan malo, aunque al principio le causara miedo. Ahora podía ver las sombras que antes la asustaban como criaturas mágicas que solo querían jugar.

Finalmente, después de muchas risas y cuentos, Yelena se sintió lista para dormir. "Gracias, mamá. ¡Me gusta la oscuridad!" - dijo, emocionada.

"Me alegra que lo digas, Yelena. Siempre recuerda que hay mucha belleza, incluso en lo que parece oscuro. Y siempre estaré aquí para ayudarte a descubrirlo." - respondió mamá, dándole un beso de buenas noches.

Esa noche, Yelena se durmió feliz, pensando en conejitos voladores y en lo hermosa que podía ser la oscuridad. Ya no la temía. La oscuridad se había convertido en un lugar de sueños y aventuras, y eso era gracias a la valentía que había encontrado con la ayuda de su mamá.

Y así, una noche más, Yelena aprendió que, a veces, solo se necesita un poco de luz y amor para vencer los miedos.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!