Yoel y El Gran Concurso del Saber



Era un soleado día en el jardín de infantes, y Yoel estaba emocionado. Había aprendido muchas cosas nuevas y no podía esperar para compartirlas con sus amigos. En el recreo, mientras jugaban en la plaza, los niños se reunieron bajo un árbol frondoso.

"Hoy me siento muy inteligente", dijo Yoel, con una gran sonrisa en su rostro.

"¿Por qué?" preguntó Briana, curiosa.

"Porque ayudé a la maestra Judith a organizar los libros de la biblioteca. ¡Aprendí nombres de muchos países!" exclamó Yoel.

"Eso suena divertido", dijo Jimena, mientras jugaba con una pelota. "¿Te gustaría que compartas lo que aprendiste?"

"¡Sí!", afirmó Yoel. "Puedo decirles cosas sobre Argentina, donde vivo, y otros países. Como Egipto y sus pirámides, o Japón y sus bellos cerezos".

Los niños lo miraron fascinados y comenzaron a preguntar sobre cada país.

"¿Y en Egipto hay pirámides de verdad?" preguntó Charbel.

"¡Sí! Son enormes y muy antiguas. ¡Imaginá cómo era la vida allí!" respondió Yoel.

Justo en ese momento, la maestra Judith se acercó a ellos con una sonrisa.

"¿Qué hacen mis genios en el recreo?" les dijo, mientras se acomodaba una de sus trenzas.

"Le estamos preguntando a Yoel sobre los países que aprendió", respondió Tatiana, emocionada.

"Eso suena maravilloso", dijo la maestra. "De hecho, ¡quiero proponerles un concurso del saber!"

Los niños, al escuchar la palabra 'concurso', se miraron emocionados.

"¿De qué se trata?" preguntó Ivana, moviendo su cabello.

"Se tratará de presentar un país o un tema que les guste y responder preguntas de sus compañeros. El que demuestre más conocimiento ganará un premio", explicó la maestra Judith.

"¡Yo quiero presentar Egipto!" exclamó Jimena.

"Yo elijo Japón!" gritó Itzayana, saltando de alegría.

El día siguiente, todos los niños comenzaron a prepararse para el concurso. Yoel decidió investigar aún más sobre los países que sus amigos habían elegido. Así que, después del kinder, fue a la biblioteca con su mamá para buscar información.

"Mirá, mami, yo quiero ayudar a mis amigos a saber más sobre sus países para que juntos podamos ganar", dijo Yoel con determinación.

Al llegar al día del concurso, la emoción estaba en el aire. Cada uno presentó su país con entusiasmo y todos aplaudieron. Cuando llegó el turno de Yoel, respiró hondo y comenzó a hablar.

"Yo hable de Egipto, su cultura, y las maravillas del Nilo. También aprendí sobre la comida y costumbres de allí".

Los niños hicieron muchas preguntas.

"¿Es verdad que hay esfinges?" preguntó Brandon.

"Sí, y son muy misteriosas", contestó Yoel.

Después de que todos presentaron, la maestra Judith les dijo que había un ganador. Todos estaban nerviosos.

"El premio es un libro de aventuras para que sigan aprendiendo", anunció la maestra.

Finalmente, la maestra se tomó un momento y sonrió:

"Y el premio se lo lleva... ¡TODOS!"

Los niños miraron sorprendidos.

"¿Todos?" repetió Charbel, incrédulo.

"¡Sí! Cada uno de ustedes demostró que aprendió algo nuevo y, lo más importante, se ayudaron entre ustedes y compartieron su entusiasmo por el conocimiento. Este libro es para cada uno", explicó la maestra.

Los niños aplaudieron y gritaron de alegría.

"¡Gracias, maestra Judith!" dijeron al unísono.

"Recuerden, el saber es una aventura que nunca acaba", les animó. Y a partir de ese día, los niños se convirtieron en un equipo de exploradores del conocimiento, compartiendo lo que aprendían y apoyándose mutuamente.

Ya no solo eran amigos de recreo, sino también compañeros de aventura. Así, Yoel y sus amigos comprendieron que aprender juntos era mucho más divertido y emocionante, y cada día en el kinder se convirtió en una nueva oportunidad para explorar el mundo y lo que tenía para ofrecer.

Desde entonces, el conocimiento se convirtió en un juego de todos, donde preguntarse y descubrir se tornaba en la mejor parte del día.

FIN.

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