Yoga en el Parque con los Animales



Era una hermosa mañana de primavera cuando los niños de la escuela de la señora Rosa llegaron al Parque de los Aromos. El sol brillaba, las flores florecían y el aire estaba lleno de risitas de alegría.

- ! Hola, chicos! - saludó la señora Rosa con una gran sonrisa. - Hoy vamos a hacer algo muy especial. Vamos a practicar yoga con los animales del parque.

Los niños se miraron con ojos curiosos. Algunos nunca habían pensado que los animales pudieran ser parte de una clase de yoga.

- ¿Cómo vamos a hacer eso? - preguntó Lucas, un niño que siempre tenía preguntas en la cabeza.

- ¡Muy fácil! - respondió la señora Rosa. - Primero, vamos a observar a los animales y después, intentaremos imitar sus movimientos. Vamos a aprender a ser como ellos en nuestras posturas de yoga.

Los niños saltaron de emoción. Se separaron en grupos y comenzaron a explorar el parque. Mientras caminaban, vieron a una ardilla saltando de un árbol a otro.

- ¡Mirá! ¡Es como si estuviera haciendo la postura del gato! - dijo Valentina, mientras se estiraba en el suelo imitando la postura felina.

Los demás comenzaron a reír y a hacer lo mismo.

- ¡Yo puedo ser un perro! - gritó Tomi, levantando sus manos como si fueran patas de perro mientras se reía a carcajadas.

- ¡Y yo soy una serpiente! - añadió Lola, deslizándose por el césped en una postura de cobra.

Mientras todos se entretenían imitando a los animales, notaron a un pato que nadaba en un pequeño estanque.

- ¿Y si intentamos ser como el pato? - propuso la señora Rosa. - Puedo enseñarlos a hacer la postura del árbol, que es como un pato en equilibrio.

Los niños practicaron la postura del árbol, levantando una pierna mientras mantenían los brazos en alto. Luego se divirtieron tratando de no caerse, como si fueran patitos en su primer día en el agua.

De repente, un suave movimiento en el arbusto captó su atención. Un simpático conejito salió a curiosear. Los chicos se quedaron boquiabiertos.

- ¡Miren! - exclamó Valentina. - ¡Es tan adorable! ¿Empezamos con la postura del conejo?

- ¡Sí! - gritaron todos al unísono.

La señora Rosa mostró cómo hacer la postura del conejo, y los niños se agacharon, apoyando sus manos en el suelo y saltando suavemente hacia adelante como conejitos.

Luego, se escuchó un estruendo. Todos se miraron. Un grupo de aves había decidido unirse a la diversión. Volaban en círculos sobre ellos, como si estuvieran invitándolos a seguir.

- ¡Hagamos la postura del águila! - propuso Tomi.

Los niños se entrelazaron como si fueran las patas del águila, riendo mientras aprendían a equilibrarse.

- ¡Esto es increíble! - dijo Lucas. - Nunca pensé que podría sentirme como un pato o una ardilla.

Y así el día continuó, los niños reían, respiraban, y cada vez que hacían una postura, los animales respondían: los patos graznaban, las ardillas saltaban, y los conejitos correteaban.

De repente, el reloj marcó la hora de volver.

- Chicos, es hora de regresar a clase, pero antes, ¿qué les parece si agradecemos a nuestros amigos animales? - propuso la señora Rosa.

Los niños se sentaron en círculo y, cogiéndose de las manos, comenzaron a decir en voz alta lo que aprendieron ese día.

- Aprendí a ser paciente como un pato, a ser ágil como una ardilla y a saltar como un conejo - dijo Valentina.

- Y a encontrar equilibrio como un águila - añadió Tomi con una sonrisa.

La señora Rosa los observaba orgullosa.

- Todos tenemos algo que aprender de los animales. Son nuestros amigos y maestros. ¿Están listos para regresar?

- ¡Sí! - gritaron los niños, y, mientras caminaban hacia la escuela, comenzaron a imitar suavemente los sonidos de los animales, haciendo reír a la señora Rosa.

Ese día, no solo aprendieron posturas de yoga, sino también a disfrutar de la naturaleza y a ser conscientes de la belleza del mundo que los rodea. Habían encontrado un nuevo amor por los animales y una conexión con el parque que nunca olvidarían.

Y así, cada vez que volvían al parque, los niños se llenaban de alegría y creatividad, recordando siempre a sus amigos animales, que les habían enseñado que ser uno mismo, con todas sus cualidades, es la verdadera magia del yoga.

FIN.

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