Yuki, el oso polar que descubrió su verdadera belleza


Había una vez en un zoológico, un oso polar llamado Yuki. A diferencia de los otros osos del lugar, Yuki era blanco como la nieve. Esto lo hacía sentir diferente y un poco triste. Todos los demás osos tenían colores brillantes en sus pelajes, pero él siempre se destacaba por su blanca y reluciente piel. Un día, viendo a los otros osos jugar y divertirse, a Yuki se le ocurrió una idea.

-“¿Qué hacen? ¿Por qué son tan felices? ” preguntó Yuki a los otros osos.

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-“Estamos pintándonos de colores para una presentación especial que tendremos esta tarde. ¿Por qué no te unes, Yuki? ” respondió Lila, una osa de color rosa.

Yuki, emocionado, se unió a la actividad. Pronto, su pelaje blanco se vio adornado con brillantes colores y figuras. Cuando terminaron, Yuki se miró en el espejo y sonrió. Por primera vez, se sentía parte del grupo, y le encantaba su nueva apariencia. Durante la presentación, los niños gritaron de emoción al ver a Yuki tan colorido y alegre. Yuki se sentía tan feliz que olvidó por completo su antigua tristeza.

Sin embargo, poco después, Yuki recibió una noticia inesperada. Sería trasladado al Ártico, su hogar natural. Al principio, se sintió preocupado. ¿Cómo encajaría con los demás osos que seguramente serían tan blancos como él?

Cuando llegó al Ártico, se dio cuenta de que todos los osos eran, efectivamente, blancos. Aquello lo hizo sentir diferente de nuevo. Pero en ese momento, recordó algo importante: lo que nos hace únicos es lo que nos hace especiales. Yuki entendió que su belleza no estaba en los colores de su pelaje, sino en su corazón bondadoso y en su valentía para aceptarse tal como era.

Pronto, Yuki se convirtió en el oso más querido del Ártico. Los demás osos apreciaron su amabilidad y su alegría, y juntos descubrieron que la diversidad es lo que hace al mundo un lugar maravilloso. Yuki aprendió que lo que importa no es cómo te veas por fuera, sino cómo te sientas por dentro. Desde entonces, Yuki vivió feliz y contento en el Ártico, recordando siempre que su verdadera belleza radicaba en su única y especial personalidad.

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