Yuri y el Bosque Encantado
Había una vez, en un pueblito llamado Ecoville, una niñita llamada Yuri. Ella era muy curiosa y le encantaba jugar en el bosque que estaba cerca de su casa. Pero un día, mientras exploraba, notó algo extraño. El bosque, que solía estar lleno de flores coloridas y cantos de pájaros, estaba cubierto de basura.
"¡Qué feo está todo esto!", exclamó Yuri, mirando las botellas, papeles y plásticos tirados por todos lados.
Yuri decidió que tenía que hacer algo. Así que, armada con sus guantes y una bolsa de basura, comenzó a recoger lo que podía. De repente, apareció su amigo Tomás, un chico intrépido con una gran sonrisa.
"¿Qué estás haciendo, Yuri?", preguntó Tomás.
"Estoy limpiando el bosque. ¡Mirá cuánta basura hay!", respondió ella, mientras recogía una lata de refresco.
Tomás se unió a ella y juntos empezaron a trabajar. Pero no sólo recogían basura; mientras lo hacían, notaron que el viento traía consigo un olor horrible.
"¿De dónde vendrá ese olor?", se preguntó Tomás, arrugando la nariz.
Yuri miró a su alrededor y vio que había un arroyo cerca, el cual solía ser de agua cristalina. La corriente ahora estaba cubierta de espuma y trozos de plástico.
"¡Ay no! El arroyo también está contaminado. Creo que tenemos que averiguar qué está pasando", dijo Yuri con preocupación.
Ambos decidieron seguir el arroyo para encontrar la fuente de la contaminación. Pasaron por un sendero lleno de hojas y flores marchitas, hasta que llegaron a una fábrica cercana. Desde allí, un líquido negro salía por un tubo que iba directo al agua.
"¡Mirá eso, Tomás! ¡La fábrica está contaminando el arroyo!", gritó Yuri.
"¡Eso es muy malo! Tenemos que hacer algo", dijo Tomás.
Regresaron a Ecoville y contaron lo que había visto a los demás niños del pueblo.
"¡Debemos avisar a los adultos!", dijo novia Sofía, que siempre estaba lista para ayudar.
El grupo decidió hacer una reunión en la plaza del pueblo para hablar sobre la situación y encontrar una solución. En la reunión, los niños expusieron lo que habían visto y todos se sorprendieron.
"No podemos permitir que nuestra naturaleza se contamine", dijo un anciano del pueblo que había escuchado todo.
Los adultos, al darse cuenta del problema, se comprometieron a hablar con el dueño de la fábrica. Al día siguiente, se organizó una manifestación pacífica. Los niños y adultos se unieron, llevando carteles con mensajes como: "¡Cuida el agua!", "¡No a la contaminación!" y "¡Por un futuro más limpio!".
El dueño de la fábrica, al ver la gran cantidad de gente preocupada, decidió escuchar sus preocupaciones.
"Nunca pensé que mi fábrica pudiese afectar tanto a la comunidad", dijo el dueño, viéndose algo apenado.
Los niños hablaron sobre cómo el arroyo era parte de su vida, cómo jugaban y se bañaban en él. El dueño, tocado por sus historias, aceptó tomar medidas.
"Voy a poner filtros en mis desechos y así cuidar el agua. ¡Gracias por avisarme!", prometió.
Con ayuda de los adultos, la fábrica comenzó a hacer cambios reales. Juntos limpiaron el arroyo, y en los días siguientes, la naturaleza comenzó a recuperarse. Las flores volvieron a florecer, y los pájaros regresaron a cantar.
"¡Ves, Tomás! Sí se puede hacer algo si nos unimos", dijo Yuri con una gran sonrisa.
"Sí, y ahora tenemos que seguir cuidando de nuestro entorno a diario", contestó Tomás.
Los niños aprendieron a recolectar la basura durante sus juegos y a cuidar el agua del arroyo. Las acciones de Yuri y sus amigos inspiraron a todo el pueblo a convertirse en guardianes del medio ambiente. El bosque volvió a ser un lugar mágico y el arroyo volvió a brillar como antes.
Fin.
FIN.